La Fête de Noël

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Las vacaciones empezaron, al fin. La torre de Gryffindor seguía casi tan llena como durante el trimestre, y parecía más pequeña, ya que todos armaban mucho más jaleo aquellos días.

Fred y George me habían enseñado la receta de las galletas de canarios. Y estábamos cosechado un gran éxito; durante los dos primeros días de vacaciones la gente iba dejando plumas por todas partes. Al poco tiempo, los gryffindors aprendieron a tratar con muchísima cautela cualquier cosa de comer que les ofreciéramos, por si había una galleta de canarios oculta. Lo bueno era que nadie sabía que estábamos desarrollando un nuevo invento. Lo malo, que los gemelos a veces probaban nuestros inventos en mí sin avisarme antes.

Jugaba con una bomba de pintura, lanzándola hacia arriba, tumbada en un sofá mientras el trío hablaba. Estaba esperando a los gemelos, que habían bajado a las cocinas a robar unas cervezas de mantequilla.

—¡Deja eso, Lena! Accio bomba de pintura— ordenó HerHermione, haciendo que la bomba se escurriera de mis manos—. La vas a liar.

Unos minutos después, la puerta de la Sala se abrió y entraron los pelirrojos con tres cervezas de mantequilla. Me incorporé y me acerqué a ellos.

—Toma, te hemos traído una rana de chocolate de las cocinas— dijo Fred arrojándome el dulce.

—Gracias, pelirrojos— la atrapé y la mordí sin pensármelo.

Subimos a su habitación y pusieron un hechizo para cerrar la puerta. Un minuto después, la cabeza me empezó a dar vueltas.

—¿Q-qué me pasa?— pregunté al ver como todo se distorsionaba—. No me digáis que llevaba algo la cerveza.

—La cerveza no— aguantaron una risa—. Pero la rana puede que sí.

—¿Estáis de coña? ¡Qué me habéis hecho! ¡Os voy a matar!

—Puede que hayamos probado los bombones en ti.

—¿Qué? ¡Os dije que no estaban listos!— exclamé exasperada—. Todavía faltaba perfeccionar el efecto desmayo. Tardaba un poc...

Noté como alguien me movía.

—Rubia, ¡es hora de despertar!

—Querías decir que tardaban un poco en hacer efecto, a qué sí.

—¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?

—Unos cinco minutos— contestó George ayudándome a levantarme del suelo—. También hay que pulir el tiempo de desmayo.

—Ajá— mascullé sentándome en la cama—. La cerveza de mantequilla no lleva nada, ¿verdad?

—Nada de nada— alzaron la mano, posando la otra sobre el pecho, y cerraron los ojos—. Palabra de socio.

Desde entonces, decidí no aceptar nunca de ellos ni una pipa de girasol.

Salíamos de comer cuando una lechuza pasó volando junto a nosotros. Dejó caer una carta justo encima de la cabeza de Harry y, sin detenerse, salió por la primera ventana abierta que encontró. La caligrafía era de Sirius. Volvimos corriendo a la Sala.

—¿Por qué tanto jaleo?— pregunté, viendo como todos estaban amontonados en torno al tablón de anuncios.

—Acaba de aparecer un anuncio— informó Ginny saliendo de entre la multitud.

—Este viernes hay salida a Hogsmeade— irrumpieron los gemelos esquivando gente mucho más baja que ellos—. Todos están histéricos por ir a comprarse las túnicas y los vestidos.

—¡Vaya estupidez!— musité.

—Lena, tenemos que ir a comprarlos sí o sí— Hermione miró a Ginny—. Tú madre no te ha enviado un vestido a ti, ¿verdad?

Jokers [Fred Weasley]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora