Beauxbatons...

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El 1 de septiembre llegó más rápido de lo que esperaba. Esa mañana, Cedric me despertó temprano.

—¡Como que anoche no hiciste la maleta!— exclamó mi madre cuando bajé a desayunar—. Sube ahora mismo ha hacerla o llegaremos tarde.

Subí las escaleras arrastrando los pies y miré el baúl vacío en medio de la habitación. Podía jurar que ayer tenía intenciones de hacerla, pero me entretuve jugando con la escoba en el jardín antes de darme se me hizo de noche y estaba demasiado cansada.

Me senté en el suelo y estaba comenzando a meter los libros cuando alguien llamó a la puerta. La cabeza de Cedric asomó, seguida por todo el cuerpo. Se sentó junto a mí sin decir palabra y me ayudó a hacer el equipaje. Cuando terminamos, con tiempo justo, mamá iba de un lado a otro nerviosa.

—Yo iré a llevar a Lena al colegio y vuestro padre llevará a Cedric al tren— hablaba yendo de un lado a otro llevando cosas y trayendo—, así que nos tenemos que despedir aquí

—¿Cómo que me tienes que llevar allí?— pregunté confundida—. ¿No viene un tren o algo?

—No. Nos han mandado del colegio un traslador para llegar.

Después de despedirnos, papá y Cedric se fueron. Mamá puso en el suelo un bote de colonia vacío y me hizo agacharme junto a ella.

—No debe quedar mucho— dijo mirando su reloj—. Pon un dedo sobre el traslador y no te sueltes hasta que yo te diga.

Segundos después, sentí como un tirón en el estómago, y todo a mí alrededor se volvió un torbellino de colores. Mi dedo estaba pegado al bote de colonia. Cuando mamá me lo ordenó, me solté, aterrizando a los pies de la mujer más grande que había visto.

—Wow, ¡ha sido alucinante!— reí un poco mareada. Por la cara que tenía, a mamá no le había parecido tan alucinante, parecía que iba a echar el desayuno de antes de ayer, ayer y hoy.

—Salut, os estaba espegando— saludó con un acento rarísimo.

—Salut, Madam Maxime— saludó mi madre—. Adiós cariño, pórtate bien— me dio un beso y me miró seria, agarrándome por los hombros—. Ni se te ocurra liarla, ¿entendido?

—Que ya lo sé...— bufé.

—Entgemos.

(A partir de ahora hablaran en francés)

—¿Aquí hay casas o algo así?— pregunté mirando los suelos de mármol blanco relucientes.

—Claro, espera con tus compañeros allí— señaló un grupo de niños de mi edad y me fui con ellos.

—Hola, soy Amélie Aubriot— me saludó una chica morena de ojos azules.

—Marlena Diggory, encantada.

—¿Diggogy? Ese apellido no es de aquí.

—Lo sé— sonreí por la forma en que había pronunciado mi apellido—, soy de Gran Bretaña.

—¿Y por qué hablas francés?— habló un chico pelinegro—. Lo siento estaba escuchando la conversación...— se disculpó al darse cuenta de que nos había interrumpido.

—No importa— reí—. Pues la verdad, no sé ni siquiera qué hago aquí. Pero a mi madre le pareció buena idea así que.

—¿Por qué?— preguntó Amélie.

—¿Y por qué no?— dije encogiéndome de hombros.

—Por cierto— dijo el pelinegro ofreciéndome una mano—, soy Nathan Boissieu.

Jokers [Fred Weasley]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora