Regalo de Gred y Feorge

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La mañana de navidad me desperté temprano. Miré la habitación; Parvati y Lavender ya se habrían ido de vuelta a sus casa desde hacía unas horas y sus camas estaban vacías y perfectamente hechas.

En un arrebato de energía, me incorporé de golpe, gateé hasta los pies de la cama y me asomé por el borde para ver mi montaña de regalos. Sonreí y miré hacia la cama de Hermione; dormía tan tranquila que sería una pena despertarla... Bueno, pues allá fui.

—¡¡Hermione, es navidad!!— grité lanzándola mi almohada.

—¿Mhm...?— se incorporó y se frotó los ojos. Su pelo le tapaba gran laste de la cara.

—Vamos, levántate ya— le apuré sentándome en el suelo para abrir el primer regalo.

Agarré varios y los abrí. Un surtido de dulces de Honeydukes; Ron.
Un estuche negro con unas palabras estampadas en plata: EQUIPO DE MANTENIMIENTO DE ESCOBAS VOLADORAS; Hermione. Era igual que el regalo de cumpleaños de Harry, pero no me esperaba que me hubiese comprado uno a mi también.

—¡Wow, Hermione!— sonreí emocionada pasando un dedo por el estuche.

Continué abriendo regalos. Un jersey rojo con una letra E dorada en la parte delantera tejido a mano, y una gran caja llena de galletas caseras. En la tarjeta ponía que era de parte de la señora Weasley. Sonreí, me puse el jersey y probé una galleta.

El siguiente paquete era un libro de quidditch; Harry. Una caja llena de pasteles y galletas; mamá. Una nueva equipación de quidditch —protecciones nuevas, una pequeña quaffle para jugar en casa, barniz para la escoba...—; papá y Cedric.

La tarjeta del último regalo decía que era el de los gemelos. Parecía ser una caja de madera normal no muy grande, cerrada con un candado. Intenté abrirla, pero el candado estaba cerrado. Agarré la varita y apunté a la caja bajo la atenta y curiosa mirada de Hermione, Iris y Crookshanks.

—Alohomora —nada—. ¡Alohomora!— de nuevo, nada—. ¡A-L-O-HO-M-O-R-A!

La maldita caja no se abría. Mis nudillos estaban blancos por la fuerza que estaba haciendo al sujetar la varita. Hermione se acercó varita en mano y apuntó a la caja.

—Déjame probar. ¡Alohomora!— acercó la mano para ver si la cerradura había cedido pero seguía intacta—. Es inútil, está hechizada con algún embrujo repulsor. No servirá de nada usar magia.

—¿Y para qué me han regalado una caja cerrada?— pregunté exasperada.

—Son tus mejores amigos, tú sabrás— se encogió de hombros y, de repente, un bufido llamó nuestra atención—. ¿Qué pasa, Crookshanks?

El gato tenía las zarpas aferradas al colchón de la cama de su deña y el pelo erizado, y miraba fijamente la caja. Hermione lo agarró entre sus brazos y lo acarició, pero el gato seguía con la mirada fija. Un siseo proveniente de mi cama hizo que me girase.

—¿Tú también, Iris? ¡Qué pasa!

Un ruido de cadenas seguido de un golpe nos hizo sobresaltar. Miré hacia la caja.

—Juraría que el sonido ha venido de ahí— Hermione frunció el ceño, y agudicé el oído.

Otro golpe sonó, la caja se había movido; había dado un pequeño golpe contra el suelo.

—¡Se puede saber qué es eso!— exclamé levantándome y alejándome de la caja a la vez que Hermione.

—No tengo ni idea, pero viniendo de los gemelos no puede ser nada bueno— dijo Hermione negando.

La caja se movió por tercera vez; era como si algo intentase salir de ella.

—Mejor salgamos de aquí— sugirió Hermione dando un paso hacia la puerta.

Jokers [Fred Weasley]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora