Capítulo 16.

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La brisa del frío invierno mezclada con el familiar aroma del mar. Ruido. Coches que pasan de adelante hacia atrás por las carreteras que hay más cerca al lugar donde me encuentro. Miedo. Un pequeño temblor en las manos que me revuelve el estómago. Una sonrisa sintiendo esa presión en mi abdomen. La respiración sorprendentemente pausada.

Trago saliva y saco el teléfono. Busco el número del futbolista en mi lista de contactos. Pulso sobre la llamada, viendo en una farmacia que hay en la calle de enfrente la hora.

— Reina — tarda tan poco su respuesta que sonrío ampliamente sólo por la sensación cómoda que me da su voz—, cuánto tiempo, ¿todo bien?

— Sólo han sido dos días — murmullo, escucho cómo chasquea la lengua.

— Demasiado tiempo — habla en susurros.

— ¿Es buen momento? — escucho el toque al cerrar una puerta.

— Estaba acostando a Pau — dice en un tono un poco más alto—, mi hermana pequeña — muerdo mi labio inferior imaginándome la imagen con ternura—. ¿Estás bien?

— Sí — trago saliva mirando hacia arriba—, ¿tú bien también?

— Sí... — aprieto los labios pensando que decir—. ¿Al final que vas a hacer esta noche? ¿San Sebastian? ¿Bilbao? Quizás estás en... ¿Paris? — rio levemente y niego.

— Un poquito más cerca — susurro.

— ¿Más cerca de Paris? ¿Andorra? — río de nuevo, negando.

— Casi — murmuro.

— ¿Es algún tipo de juego o en serio me quieres decir lo que creo que me quieres decir?

— No sé, ¿qué crees que te quiero decir?

— Sinceramente, espero que sea que necesitas chófer y no que acabas de decidir que te vas a Madrid.

— Vaya, será que soy portadora de malas noticias... — murmullo, él no dice nada, me decido a seguir hablando— Tendrás que venir a buscarme — escucho su risa suave, aprieto los labios esperando a que me diga algo.

— ¿Mala noticia? No te creas tan importante, rubia — río casi en silencio—. ¿Dónde?

— Estoy en la Barceloneta — le digo.

— ¿Maletas?

— A buen recaudo.

— Todo planeado.

— Ya sabes que sí.

— Lo peor es que sí — sonrío inconscientemente llevando mi mirada al cielo, no está demasiado azul.

— Espero que tardes poco, tiene pinta de que va a llover — le digo en un pequeño susurro.

— Tranquila, reina, que ya estoy llegando— frunzo el ceño—. Ahora nos vemos.

— Vale, ven con cuidado — abro los ojos bastante pensando bien en lo que acabo de decir, aprieto los labios mordiéndolos levemente por dentro.

— Tranquila, ya llego.

Cuelgo el teléfono y lo guardo en el bolsillo de la gabardina. Me fijo en un cristal para ver mi vestimenta, abro ligeramente el abrigo para analizar el vestido, quizás no era lo mejor que me podía poner hoy. Hago una pequeña mueca, es un morado un poco más oscuro de lo que me gusta. Suspiro y bajo la mirada a mis deportivas blancas, unas distintas a las que el chico me regaló. Trago saliva, si me apuro quizás me da tiempo a cambiarme en el hotel. Veo la hora en la que lo llamé, al no saber dónde está su casa no puedo calcular más o menos lo que puede tardar, resoplo, tendré que quedarme así.

Manhattan • Ansu FatiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora