Capítulo 9.

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Luces, es lo único que puedo diferenciar en medio de tanta gente. Es quizás lo poco que he bebido lo que hace que ni siquiera sea consciente de que posiblemente haya una cantidad de personas que no está legalmente permitido aquí dentro. Me muevo al ritmo de la música, cabeceando hacia los lados con los ojos cerrados. La puerta se abre, la gente se mueve hacia el lugar, aprovecho para colarme entre ellos e ir hacia una de las ventanas. Diego, el amigo de Bels, está apoyado en el ventanal con un cigarro entre sus dedos.

— Irina — cambia su cigarro de mano y posa su mano en mi espalda, sonrío apoyando mi codo en la ventana y dejo caer mi cabeza hasta colocarla sobre mi mano—. ¿Qué tal, preciosa? — le sonrío cómoda, asiento posando mis ojos en el reflejo del mar— ¿Quién llegó? — me encojo de hombros.

— No tengo ni la más mínima idea — siento un cosquilleo en la cabeza, producto del alcohol —. ¿Qué haces aquí? Es tu fiesta — le digo, él ríe, veo de reojo cómo se lleva a los labios el cigarro.

Su nuez se mueve mientras aspira a través del filtro, aparto la mirada de él y me fijo en mis manos. Escucho varias risas detrás de mi, gracias a la situación me veo capaz de no pensar que es por mí, aunque la idea si que está por ahí.

— Es alucinante— murmulla el chico a mi lado —, el trabajo de muchos meses y ya está— me fijo en él, mira serio al cigarro—. Y ahora volver a la vida real — suspira.

— San Sebastián es bastante de película, sí — le digo, él ríe mirándome fijamente y niega.

— Eres tan pura, Irina, espero que nunca pierdas eso — deja un beso en mi frente y se va hacia el tumulto de gente con una sonrisa.

Me quedo en el sitio con el ceño fruncido, sin entender realmente qué quería decir con sus palabras. Suspiro observando mis manos, creo que es mi parte favorita de mi. Saco el móvil y entro en el correo, en la bandeja de entrada el email que lleva todo el día para ser leído. Siento un retortijón en mi estómago, no sé si quiero conocer la respuesta.

— ¡Irina! — la voz aguda de Ainhoa me sobresalta, bloqueo el móvil echándome hacia atrás y escondiéndolo en mi pecho— Qué guapa estás— me mira de arriba abajo, bajo la mirada para fijarme en el vestido negro que me regalaron Helena y Kilian por mi cumpleaños—, me encanta tu vestido.

— Gracias — susurro volviendo a levantar la cabeza hacia ella —, ¿has venido sola? — le pregunto con el ceño fruncido.

— Que va, pero sabes cómo son los chicos, el centro de atención y los que roban suspiros a medio país— apoya los codos en la ventana, me fijo en la cantidad de lunares que adorna su mejilla derecha.

— Futbolistas, sí — aparto la mirada de ella y vuelvo a fijarme en el móvil, siento que tiemblo al pensar en el correo, lo guardo de nuevo en la chaqueta—. ¿Bels?

— Con Nico — asiento sonriendo.

— Espero que dejen de hacer el tonto — murmullo—. Por lo menos Bels — poso los ojos en la muchedumbre, no reconozco a nadie por ahí en medio.

— ¿Por qué lo dices? — giro la cabeza hacia ella, que me mira seria.

— Bels es una buena chica, muy buena, de hecho. Pero es muy egoísta a veces, lo sabe, es consciente de ello y se lo he dicho varias veces. Entiendo que su vida es complicada, pero no es la única que tiene problemas — me encojo de hombros apretando los labios—. Estoy harta de decírselo, pero ella es muy cabezota.

— Nico es igual — me dice con una sonrisa ladeada—, seguro que por eso se entienden tan bien — asiento llevándome a los labios el vaso de plástico, frunzo el ceño al notar el sabor distinto del líquido—. ¿Pasa algo? — me pregunta posando una mano en el vaso.

Manhattan • Ansu FatiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora