Capítulo 3.

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— Un descafeinado de máquina con leche de avena, por favor — sonrío hacia el camarero, observo el interior del bar con cautela, uno bastante desconocido para mi a pesar de haber vivido aquí toda mi vida.

— Yo un cortado pequeño, gracias — mi acompañante habla, poso la mirada sobre mi carpeta rosa y a él de nuevo—. Entonces, ¿Irina? — asiento cruzando una pierna sobre la otra, en un intento de mantenerla quieta— Tu nombre significa paz, es muy bonito.

— Gracias— le sonrío bajando la pierna y poniendo el pie en paralelo al que estaba previamente en el suelo—. El tuyo es muy interesante, Anssumane, alguien apasionado que hace todo por instinto.

— Bastante acorde a la realidad, me temo — sonríe ampliamente y se echa hacia atrás, en cuanto el camarero deja las dos tazas sobre la mesa veo cómo saca la cartera del bolsillo—. ¿Cuánto es? — veo cómo abre un pequeño hueco de la cartera y saca un par de monedas mirando hacia el camarero, que nos mira a ambos con el ceño fruncido.

— Tengo que ir a ver, no sé cuanto cuesta con la leche de avena — veo cómo saca cinco euros.

— No le cobres — le digo repentinamente, Ansu me mira serio y niega—. Te lo digo en serio, no le cobres.

— Por favor, Irina, déjame invitarte, como agradecimiento — me sonríe, pone en la mano del chico los cinco euros y se gira para echar azúcar en el café, él me mira a mi y me encojo de hombros.

— ¿Podríamos hacernos una foto? — pregunta el camarero mirando hacia el billete.

— Sí, por supuesto, pero no la subas a ningún sitio hasta después del partido — le dice, el camarero asiente mientras saca de su bolsillo el teléfono que me extiende con un gesto extraño.

— ¿Nos podrías hacer la foto? — asiento con media sonrisa, entro en la cámara y veo a través de la pantalla la sonrisa de Ansu, aunque no me resulta ni parecida a alguna de las que tenía antes — Gracias — me dice cuando le devuelvo el móvil seria, mirando hacia mi café.

— De nada, ahora, si puedes evitar que se acerque más gente, por favor — él asiente varias veces por la petición del futbolista—. Gracias— lo sigue con la mirada hasta que se va detrás de la barra—, ¿por dónde íbamos?

— Los nombres — murmullo dándo tres golpes con la cucharilla en el borde de la taza antes de dejarla perfectamente colocada sobre la servilleta.

— Cierto, aunque he de decir que en mi profesión no se acerca mucho a la definición que has dado, actualmente.

— Cierto — doy un pequeño trago antes de seguir hablando—, estás lesionado, ¿no? — asiente con su mirada fija en la taza.

— Sí, bueno, recuperándome— asiento bebiendo un poco del descafeinado—. Tengo ganas de volver a jugar ya, es como si me hubieran atado las manos y los pies.

— Ya... pero bueno, cuanto más tiempo le dediques a la recuperación mejor, ¿no? Es decir, de esa manera te aseguras de que vas a poder jugar, aunque sea en un futuro no demasiado cercano.

— No eres muy buena dando ánimos— ríe posando la taza sobre el plato —, ¿no?

— Soy bastante mala leyendo a la gente — agacho la cabeza y cuento las rayas que observo de la mesa—, lo mío es más lo racional que lo sentimental, la ciencia, la esgrima...

— ¿Ciencia? — levanto la cabeza, aprieto los labios y asiento — A ver si adivino, estudias... ¿matemáticas? — niego con media sonrisa— ¿Química? — vuelvo a negar — ¿Alguna ingeniería? — niego de nuevo, observando su sonrisa divertida— Física — muerdo el interior de mi mejilla y asiento.

Manhattan • Ansu FatiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora