Capítulo 12.

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Miro la ropa en el espejo, es perfectamente algo que me pondría. Estiro la tela del vestido rosa hacia abajo, viendo cómo la falda anchea tras ceñirse en mi cintura. Mi piel pálida no destaca demasiado, queda bastante harmónico. Bajo la mirada hacia las deportivas, blancas, impolutas, de una marca que no podría permitirme ni tirando de todo el dinero de la beca.

— ¿Te gusta? — escucho la voz de Ansu fuera del baño, inspiro profundamente sonriendo hacia el espejo, es la primera vez que se preocupan tanto por mi — Espero que si, es una compra de mi hermana, me ha dicho que seguro que te queda bien porque... — abro la puerta del baño y salgo mirando hacia mis manos, él se queda en silencio— Dios... — levanto la mirada para verlo fijamente, sonrío mirando hacia mi vestimenta y luego volviéndolo a mirar a él—. Sí que tenía razón Djucu, te queda muy bien.

— ¿Djucu? — frunzo levemente el ceño, él asiente— ¿La diseñadora? — él asiente de nuevo agachando la mirada, sonrío alzando las cejas— Me gusta mucho su colección, tiene futuro — me siento a su lado, poniendo la pierna sobre la cama—. Y sabe bien como combinar tonos de piel y colores — río mirándome la piel del brazo—, soy blanca como un folio.

— De hecho me explicó por qué seguro que te quedaba bien este color — ríe mirándome de nuevo, yo asiento posando mis manos sobre mi pierna—. También le llamó la atención que le pidiera ayuda para comprarle ropa a alguien.

— Te dije que no hacía falta.

— No iba a dejar que vinieras conmigo con los vaqueros, tenían pinta de ser incomodísimos, y con la chaqueta del traje menos — aprieto los labios apartando la mirada de él—. Que estabas guapísima, pero es necesario algo más cómodo para pasar el día en la ciudad más bonita de España.

— No veo que estemos en San Sebastián — le digo mirándolo de nuevo con una sonrisa, él niega sonriendo—. ¿Qué plan tienes para hoy?

— Pues he contactado con una inmobiliaria que te llamará en cuanto tenga hueco para que veas los pisos, así que eso se queda fuera de nuestro plan de hoy. Por lo que primero vamos a ir a dar un paseo por algún sitio tranquilo — asiento mirándolo enumerar con sus dedos cuando habla—, luego tenemos reserva para comer en un sitio precioso — asiento de nuevo—, por la tarde hacemos algo de turismo — vuelvo a hacer el gesto afirmativo—, y por la noche vamos a cenar a un sitio sorpresa — sonríe ampliamente mirándome.

— En efecto, todos son sorpresa, porque nunca había venido a Barcelona — le digo algo tímida, él ríe y estira su mano hasta coger la mía—. ¿Por qué siempre me agarras de la mano? — susurro mirando sus dedos, decorados.

— Me gusta hacerlo, me parece algo bonito — me dice sincero—. Cómo que tienes la suficiente confianza con alguien para... — noto como la mueve, pero hago fuerza para que no lo haga, sonrío buscando sus ojos—. Vaya, tú tomando la iniciativa, quién lo diría — sonríe, agacho la mirada notando cómo el color rojo toma mis mejillas—. Hasta te sonrojas, vaya, vaya, Irina, en quién te estás convirtiendo — ríe suavemente, intento soltar su agarre, pero es él quién me sostiene con fuerza.

— No vale que hagas todas estas cosas, no sé que hacer para devolverte el favor — murmullo sin mirarlo.

— No sientas que me debes nada, Irina, no lo haces — asiento apretando los labios, en mi cabeza se instalan muchas dudas—. Vuelve aquí, no te vayas — susurra acariciándome la mejilla, trago saliva pestañeando varias veces.

— Perdón.

— Que no pidas perdón, boba, no has hecho nada mal — deja un beso en mi mejilla y se levanta, tira de mi mano para que lo haga con él—. Vamos, que la mañana del paseo se nos va a quedar en nada si no te mueves de la cama — río levantándome, agarro el bolso y lo cuelgo de mi hombro—. ¿Has descansado bien? ¿La habitación bien?

Manhattan • Ansu FatiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora