Capítulo 6.

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Reviso una y otra vez los lugares marcados en el mapa. Podría ir perfectamente de uno a otro con los ojos cerrados, pero prefiero dejar marcado cada paso que demos. Veo la hora en el reloj, las diez menos cuarto. Mentiría si no dijera que llevo aquí desde las nueve en punto. Doy un trago al descafeinando y agarro uno de los trozos de croissant que hay en el plato. Me fijo que entre un punto y otro, pasamos por el casco viejo, zona en la que vamos a comer. Suena mi teléfono sobre la mesa, el nombre de Helena aparece en pantalla, descuelgo casi sin pensar.

— Egun on, rubia — sonrío dándole un par de vueltas más al descafeinando en la taza —. ¿Qué planes tienes para hoy?

— Una visita turística con un amigo — le digo dejando la cucharilla en su lugar —, ¿tú?

— Tengo las primeras prácticas del máster — abro la boca y doy un pequeño grito de alegría—. Acabo de llegar de correr, voy a ducharme y salgo corriendo hacia el cole.

— Me alegro un montón, Helen — le digo con sinceridad—. ¿Y Kilian? ¿Que está investigando?

— Radioactividad, ya sabes, sus cosas — río asintiendo, los ojos fijos en la televisión que pasa las noticias del día—. ¿Se puede saber algo de ese amigo o...? — suspiro, ella ríe con fuerza al otro lado del teléfono — Mejor cuando nos veamos en persona, porque no me creo yo ese suspiro tontito.

— Helen, ¿tú crees que es posible que...? — mi amiga ya sabe por donde voy, porque siempre le pregunto lo mismo a ella.

— Quizás, Irina — me dice con la voz pausada —. Es irónico que creamos en estas cosas siendo científicas.

— Nadie se ha parado a estudiar aún el alma, supongo — río dándole un trago al descafeinado—. Sería un buen punto de estudio de investigación — murmullo.

— ¿Te estás planteando...?

— ¿Por qué no tendría sentido un estudio físico de las almas? — miro hacia el cristal, desde mi posición se me ve al entrar— Si la materia sólo se transforma, y nosotros somos, en esencia, materia, ¿quién dice que no podemos pasar de un ente a otro por medio de nuestras partículas?

— Estás jodidamente tarada, Irina — su no suena plana—. Pero eres una genia, no sé si tiene algún tipo de sentido, pero eres una genia si eres capaz de proponer eso y montar un equipo de investigación.

— En Estados Unidos este tipo de teorías son muy populares, quizás...

— Ponerte en contacto con quién llevó a tu estudio a la NASA y que te monte un equipo de investigación para ver esto.

— Efectivamente... — susurro, alzando la mirada—. Tengo que llamar a Hannah, ella seguro que sabe algo.

— ¿Hannah? — asiento — ¿La física teórica?

— La misma, sí, la mentora del chico aquel de la ponencia.

— Te codeas con la jet set, eh, querida — río agachando la cabeza, pero la levanto al momento al escuchar cómo se abre la puerta.

— Tengo que dejarte, Helen.

— Mándame una foto de tu cita.

— No es una... — me quedo callada al ver la sonrisa amplia de Ansu cuando sus ojos se posan sobre los míos—. Ya hablaremos.

Enjoy, rubia.

— Un beso.

Cuelgo sin dejar de mirarlo caminar hacia mi, guardo el teléfono en el bolso y pongo ambas manos sobre la mesa en plano. Él se sienta frente a mi con esa sonrisa encantadora.

Manhattan • Ansu FatiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora