Capítulo 20.

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— Entonces, si sumas este número— hago un pequeño círculo en la hoja — con este otro — hago una raya por debajo de otro —, ya tienes el resultado de la multiplicación de tres cifras — dejo el lápiz, veo al niño, que me mira fijamente con los ojos brillantes—. ¿Lo has entendido bien? — él asiente y se abraza a mi torso, sonrío posando la mano en su cabeza — Genial, ahora intenta hacer tú el resto, ¿quieres merendar algo? — niega, yo sonrío sentándome frente a él en uno de los taburetes de la isla.

Empiezo a describir los primeros pasos de la investigación con detalle. Paso las hojas de los informes escritos por el equipo con sus mejores cualidades, los distribuyo poco a poco en pequeños montones. Quienes veo perfectos para la fase más teórica del estudio, para la fase más práctica, para el análisis de resultados.

Me recojo parte del pelo con una pinza que tengo agarrada en la tira del bolso. Resoplo leyendo los papeles, escuchando el tarareo del niño que tengo frente a mi. No reconozco la canción, tampoco soy capaz de concentrarme, pero no sé como pedirle que deje de hacerlo sin ser demasiado brusca.

Las letras se difuminan en el folio, ni siquiera los números son redondos. Aprieto los labios levantando levemente la mirada, el niño ni se inmuta.

— Miguel, cariño — giro la cabeza hacia la puerta, Djenny se saca las gafas de sol mientras camina hacia la encimera para dejar la compra— ¡Irina! ¿Qué tal? Que alegría verte por aquí — sonrío.

— Ansu me preguntó si podía acercarme a ayudar a Miguel con unas cuentas de matemáticas, no me costaba nada — llevo la mirada hacia el niño.

— Quizás estás más cómodo haciéndolo en tu cuarto, Miguel — él lleva la mirada hacia su hermana, que asiente—. Venga, ¿no ves que Irina está trabajando? Ahora te subo la merienda— él resopla y se baja de la silla, se acerca a mi para darme un pequeño abrazo antes de irse.

— ¡Djenny! — ambas giramos la cabeza hacia la puerta, los ojos del chico vienen directamente a mi, una amplia sonrisa se dibuja en su cara — Irina — gira la cabeza sobre su hombro, veo como Ansu aparece por el lugar hacia el que mira—, que calladito te lo tenías, eh — agacho la cabeza, Ansu se ríe.

— Las mejores cosas no se van gritando a los cuatro vientos — paso una de las hojas dándole vueltas a lo que dijo Eric, igual estoy dándole demasiada importancia a algo que no va a llegar a ningún lado, quizás todas esas primeras veces posibles son producto de mi imaginación y...—. Lo estás haciendo otra vez— escucho su susurro a mi lado, cierro los ojos en cuanto noto sus labios sobre mi piel.

— Perdón— murmullo.

— No lo pidas — me rodea la cintura y me abraza por la espalda, me siento protegida a su lado—, ¿qué haces?

— Distribuir al equipo de Madrid, los de aquí ya los he colocado en algún sitio — le digo, levanto la cabeza y veo como Eric se apoya en el sitio que antes ocupaba Miguel—. ¿Qué tal el entreno? — le pregunto a ambos, Eric sonríe.

— Muy bien por lo que he visto — contesta el catalán—. Menos mal que ya está de vuelta, me encantaría jugar con él— señala con la cabeza al chico que aún está agarrado a mi, sonrío inconscientemente y asiento.

— Pues sí — agarro sus manos, presas sobre mi abdomen—, ¿cómo vas de la lesión? — Eric asiente con una sonrisa encantadora.

— Mejorando, como siempre — veo cómo se le forman unas arrugas a ambos lados de los ojos al hacerlo—. ¿Qué tal te está tratando Barcelona?

— Teniendo en cuenta que al uso llevo dos semanas, bien, he tenido alguien que me la enseñe — sonrío.

— La hubieras conocido mejor conmigo, hazme caso — me guiña un ojo, río cómoda en el contexto, Ansu no me suelta.

Manhattan • Ansu FatiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora