Epílogo.

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— Y en el campo de la física... — aprieto los labios aguantando las ganas de llorar— la doctora Irina Danderri por el descubrimiento de la memoria cuántica — el profesor de la Academia Sueca pasa por mi cuello la medalla del Nobel, siento una molestia en mi estómago y camino hacia el pequeño atril.

En los cortos dos minutos que dura el paseo hacia el atril se instala una persona en mi cabeza, alguien a quién nunca le molestó que caminase con los pies en línea recta y se sentiría orgulloso de que ya no lo haga; alguien que un día cómo hoy, hace cinco años atrás, ganó su primer mundial, esa misma persona que está agarrada a mi corazón por muy alejados que estemos uno del otro.

— Buenas noches, bona nit. Muchas gracias a sus majestades, a la comunidad Nobel — aprieto los labios, reconociendo a Hannah entre el público — me siento profundamente honrada por haber sido la elegida por la Academia. Para empezar... — sonrío— me gustaría dar un mensaje hacia todos, sobretodo a las pequeñas niñas que están enamoradas de la ciencia al igual que lo estuve y estoy hoy... tenéis un hueco aquí, lo tenemos — sonrío hacia las cámaras—. Si alguien os dice que no podéis, no les escuchéis— mis ojos van a los papeles que están encima del atril—. Tengo escrito un discurso bastante... bastante extenso — río nerviosa, siguiendo lo que mi instinto me dice que haga—. Pero prefiero dejarlo a un lado... Este premio no es sólo mío, no hubiera conseguido llegar hasta aquí sin el gran equipo que lleva estos cinco años trabajando codo con codo conmigo desde los laboratorios de la NYU, la universidad Complutense de Madrid y el instituto internacional de estudios científicos de Barcelona — aprieto los labios—. Y tampoco hubiera conseguido llegar aquí sin personas muy importantes en mi vida que, ahora mismo, aunque no tenga un contacto directo con ellas, son parte de este estudio tanto como lo soy yo. Empezando por Gela y Lucas, mi familia durante muchos años, eskerrik asko. Y otra familia que me acompañó siempre hasta que nuestros caminos se separaron — mis ojos se inundan en lágrimas, trago saliva parpadeando con media sonrisa y la mirada fija en mis manos—. Espero que estés tan orgulloso de mi como estoy yo de ti, cariño — suspiro buscando una cámara con la mirada—. Eres el mejor del mundo, y cada día lo demuestras más — humedezco mis labios, tengo un nudo en la garganta que me impide hablar bien.

Acabo el discurso como puedo, la sala se llena de vítores. James y Hannah aplauden en el público, acompañados de Maiah y Carlo. Me encantaría que esos huecos lo ocupase otra persona y mi amiga pelirroja es consciente de ello. Bajo levantando la falda del vestido rosa, un tono pálido que no contrasta demasiado con mi piel. Sonrío hacia mis acompañantes y abandono la sala mientras siguen entregando otros premios.

El frío aire de la ciudad me despeina, cierro los ojos llevándome la mano al anillo que tengo desde que me fui hace cinco años de Barcelona. El mismo dolor en el pecho que siempre por el sentimiento vacío, la pérdida, el duelo que aún continúa.

— Enhorabuena— cierro los ojos, mi piel se eriza y mi corazón bombea de la manera en la que quiere—, lo has hecho — aprieto los labios.

— No estás aquí — sonrío negando—, si es imposible.

— Cariño, si prefieres hacer como que no estoy aquí, lo hacemos — trago saliva y expulso todo el aire que tengo en los pulmones, la noche de Suecia es el único testigo a este reencuentro—. Pero te prometí que cuando lo consiguieras, en cualquier momento, estuviera dónde estuviese, iba a estar aquí — sonrío, noto cómo aprieta ese nudo en la garganta—. Sabía que lo ibas a conseguir, eres un genio, Irina — pestañeo repetidas veces sintiendo cómo las lágrimas se agolpan en mis ojos.

Agacho la cabeza y me abrazo a mi misma, escucho una risa leve a mi lado y sólo eso me hace caer en que realmente sí está aquí. Trago saliva y levanto la cabeza, el chico tiene los ojos puestos en el paisaje.

Manhattan • Ansu FatiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora