Final B. (I'll Be Waiting - Cian Ducrot)

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Ansu.

Observo el sol entre los edificios, inspiro profundamente y un ligero olor a limón inunda mis fosas nasales, no soy capaz de apartar la mirada de la silueta que forma la ciudad tras el anaranjado tono que le da la salida del sol. Me levanto sin pensarlo, estoy absolutamente sólo en la cama. Aprieto los labios sintiendo el frio del parqué en la suela de mis pies, las yemas de mis dedos se acostumbran a ese frio del principio de primavera.

Sonrío ligeramente acercándome un poco más a la ventana, mis ojos se paran en cada detalle, puede pasar todo el tiempo del mundo pero no hay momento en el que esta ciudad deje de sorprenderme.

Irina.

— Aritz, honey — lo llamo, él me mira con el ceño fruncido, normalmente no suelo hablarle en inglés en público.

— Voy, ma — sonrío viendo al pequeño de pelo rizado correr hacia mi, se despide de sus amigos y se abraza a mis piernas —. ¿Vamos a casa?

— Claro, cariño — le digo de nuevo, él ríe con inocencia.

Me agarra de la mano y caminamos con calma entre los altos edificios de Manhattan, inspiro profundamente sosteniéndolo con fuerza. Mis tacones sonarían sobre el silencio de la ciudad si esta se callase en algún momento. Por suerte o por desgracia, el ritmo frenético de aquí ya me acompaña en mi vida diaria, y no me queda otra.

— ¿Qué tal en clase? — le pregunto, él se encoge de hombros.

— Bien, hoy hemos aprendido los colores en español, no entienden que sé hablarlo — río pasándole la mano por el pelo—. ¿Podría apuntarme a otro idioma? No sé... ¿francés?

— Lo que quieras, cariño — le digo—. Todo lo que sea que aprendas más cosas.

— Tú eres más lista que mi profesor de español, ama — aprieto los labios aguantando una carcajada.

— Cariño, yo soy de España, él seguramente no, por eso mismo hay diferencias. Además, sabes que hay muchas diferencias entre el español que se habla en Latinoamérica y el que hablamos nosotros.

— Pues seguramente sea eso, mami... — lo deja en el aire y seguimos caminando, una vez a las puertas del edificio, abro con la llave.

— Hi, mister Gent — dice Aritz al portero del edificio, el hombre le saluda con una sonrisa amplia.

— Good evening, little Fati, miss Irina — sonrío con educación hacia él, sigo hacia el ascensor donde mi hijo pulsa frenéticamente el botón.

— ¿Tienes deberes? — asiente.

— No los hice en casa de Peter porque estuvimos jugando, pero ahora los hago, mami.

— Eso es, cariño. Así mañana tienes libre — le digo, mientras salimos del ascensor hacia la puerta de nuestro apartamento—. ¿Qué te apetece para cenar? Igual...

— ¡Papi! — Aritz grita nada más abrir la puerta, dejándome con la palabra en la boca.

El niño tira la mochila al suelo y se descalza en tiempo récord. Tengo muchos recuerdos de mi infancia pero no el de ser capaz de quitarme los zapatos así de rápido. Salta sobre su padre con los brazos abiertos, y este lo agarra colocándoselo al rededor del torso.

— ¿Qué tal el día, campeón? — le pregunta, pasándole la mano por el pelo.

— Haces lo mismo que mami — dice enfurruñado, Ansu ríe y le hace unas pocas cosquillas, haciendo que deje de fruncir el ceño.

Manhattan • Ansu FatiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora