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—¡Mamá, papá, arriba! —toqué su puerta con muuucha fuerza y luego bajé corriendo a la cocina.

Hice el desayuno para los tres y subí de nuevo a tocar. Mamá se quejó pero la ignoré deliberadamente y volví a tocar.

Eran las 4:35am.

Se preguntarán, ¿por qué carajos estabas de cargoso a las 4 de la mañana, Emeth? La respuesta es: se acabaron las vacaciones.

Las ansias por regresar a la escuela me picaban en todo el cuerpo, un mes era demasiado tiempo sin interactuar con las únicas tres personas que me importaban en este mundo.

—¡Ya está el desayuno! —grité y luego escuché unos pasos bajando las escaleras—. Buenísimos días. Coman que tenemos que irnos más tardar a las seis.

Nos sentamos a desayunar, yo con toda la emoción y felicidad y mis papás con caras de culo.

Mi celular sonó, me disculpé y me levanté. Era Dylan.

—Hola, ¿qué pasa?

—Nada, quería asegurarme de que ya estuvieras despierto.

—¿Qué haces tú despierto? —pregunté y me acerqué por mi vaso de jugo.

—Verificando que estés despierto, bye.

Me colgó y volví a sentarme a terminar de desayunar. No hablé mucho con mis padres, al parecer, haberlos despertado tan temprano no les gustó mucho. No me importó.

Terminamos de desayunar, fui a arreglar unos últimos detalles, me despedí de Tobey, subí las maletas al auto y a las 5:30am ya estábamos en la carretera.

Hice lo habitual, escuchar musica, dormir un rato, comer frituras después de detenernos en la gasolinera, volver a dormir, ya saben.

Por fin, POR FIN llegamos y baje corriendo. Mis papás me ayudaron con las maletas y me despedí de ellos para luego entrar corriendo a la residencia.

—¡Emeth! —gritó Dylan y corrió a abrazarme.

No era el primer abrazo que esperaba, pero aún así se sintió increíble.

Fuimos a dejar mis maletas y bajamos a su habitación en lo que Bill llegaba. Cuando llegó, me lancé a abrazarlo tan fuerte como pude.

—Me vas a dejar sin aire, Emy —me dijo entre risas.

—Te extrañé muchísimo —de repente se me había acelerado el corazón.

—Y yo a ti —devolvió el abrazo con la misma fuerza y nos quedamos así unos minutos hasta que tocaron la puerta.

Era Mandy.

Los tres la abrazamos y la acompañamos a su habitación.
Resultó que Marietta se había cambiado de escuela, así que ahora Amanda tenía una habitación para ella sola, como yo. Fuimos por algunas de sus cosas y descubrimos que ahora dos chicas nuevas ocupaban el cuarto.

—Hola —las saludó Dylan—. ¿Cómo se llaman? Específicamente tú —señaló a una de ellas.

—Maya —respondió la chica, visiblemente nerviosa.

—Deja de molestar a las nuevas —le dijo Bill mientras se estiraba para tomar un peluche que Amanda tenía sobre el clóset.

Casi tuve que cerrar los ojos para no mirar lo poco de su abdomen que quedó descubierto cuando levantó los brazos.

—No las estoy molestando, ¿verdad que no, Maya y compañera de Maya? —ellas negaron.

—Por lo menos pregúntale el nombre a la otra chica.

SummeryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora