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Después de esa noche, Doyoung no lo volvió a ver en los próximos días.

Simplemente, volvió a alguna parte.

Doyoung no estaba curioso a donde, no es que hubiera pasado noches enteras con el teléfono en la mano y su nombre en la pantalla, dudando en enviarle un mensaje o llamarle, no tenia ni una sola excusa para que ellos mantengan una comunicación constante. Ellos simplemente eran carnales que habían caído en la oscuridad de sus deseos, quizás, para pobra ese algo que resultaba prohibido y antinatural para ambos.

Incluso, dentro de la oficina o en la cafetería, no escuchaba ni un solo rumor de ese hombre, no se lo encontraba en los pasillos o en la entrada del edificio. Doyoung se preguntaba se había vuelto a su posición original o había impresionado lo suficiente para que estuviera en otro lugar.

Aunque, Jaehyun tampoco se había esforzado en tratar de comunicarse con él. Quizás, ese momento de soltarlo y seguir con la vida, no encerrase y ver un poco más.

Quizás, aceptaría la cita que le había pedido Taeyong hace unos días.

Quizás, era momento que se abriera un poco a otras personas, conocerlas e integrarse a sus mundos. ¿Ese había sido el papel de Jaehyun en su historia? Desde un principio se sabia que esos encuentros eran efímeros, que acabarían y que dejarían una enseñanza, Doyoung seguía luchando en encontrar cual era.

El suave pitillo de la impresora hizo que volviera a la oficina, tomando todos los papeles que tenia que ordenar para entregarlos a su superior que había retomado el protagonismo en la vida de Doyoung. Él se acostumbro a observar un rostro hermoso cada vez que debía entregar algún documento, pero ese hombre no parecía uno.

Demasiado amargado para considerarse hermoso o dulce, Doyoung pensaba en él como un limón agrio olvidado en el fondo del refrigerador. El bullicio común de los días anterior se había esfumado por completo, todos se encontraban envueltos en sus propios trabajos.

Incluso, Lucas y Haechan no conversaban por encima de sus hombros. Doyoung se acerco a la mesa del hombre, no esperaba volver a toparse con esas hojas que le hacían peinar canas en su cabello oscuro, noches enteras a la luz del computador para terminar ese informe.

El hombre lo observo por encima de sus lentes de montura fina que colgaba de su nariz perfilada, era lo único destacablemente bonito en su rostro ancho y cansado, profundas ojeras debajo de sus ojos aburridos que eran cubiertos por pestañas delgadas. Doyoung pensaba que esa camisa era demasiado pequeña, ese hombre no era un hombre robusto y fácilmente podría conseguir una de su talla o una extra, pero al parecer, seguía aferrándose a esa ropa.

Doyoung se alejo en silencio con una única pregunta en su cabeza, si él terminaría de esa manera si seguía trabajando en ese lugar, era como un efecto secundario de pasar tanto tiempo sentado en una oficina, sin recibir la suficiente cantidad del sol sobre su piel.

Dejándose caer sobre su asiento, no tenia nada pendiente, pero debía fingir que sí. Abriendo documentos viejos, sus dedos se movieron sobre el teclado, cambiando algunas las palabras o moviendo algunas comas. Los minutos pasaban lentamente, solo faltaba dos minutos para su descanso.

Él pensó en darle un mordisco a ese emparedado que Jungwoo había metido dentro de su maleta, Lucas ni él lograron acabar con ese y como no querían botarlo a la basura, pidieron que se lo envolvieran para acabar en el maletín del hombre. Doyoung no podía pensar que llevaba sobra de comida, pero se veía exquisita, Jungwoo se tomo el trabajo de calentar y colocarla en un lindo envase.

Doyoung pensó en la evolución de su relación, la presencia de Lucas se volvía constante en el departamento, pasaba días enteros como un segundo intruso que no dudaba en devorar comida del refrigerador. Cuando ese hombre en ese departamento, Doyoung apenas salía de su cuarto no deseaba incomodarlos ni verle la cara todo el día, incluyendo los fines de semana.

In my burning heart [JaeDo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora