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Su hogar era una agradable combinación de dos personalidades aparentemente diferentes, los colores rojizos propios de los dragones, tapices, pieles, madera lista en la chimenea y armamento pesado en las paredes. En cambio, las flores y ramas colocadas en los marcos de las puertas, las frutas como adornos en las mesas, velas prendidas en cada esquina, además de los telones tejidos con símbolos únicos de los brujos hacían también presencia. Un hogar que se construyó con ayuda de dos líderes que entraron por la puerta exhaustos.

Ese lugar no solo ofreció momentos agradables para los dos, si no que sus amigos que terminaron siendo del mismo círculo participaron en la realización de aquella cabaña tan cálida. Aunque estuviera conectada con un puente a la de los padres de Bakugō, se respetaban el espacio de manera mutua.

Se estiraron cansados para dirigirse a sus cuartos o al menos esa era la intención, el alfa mayor se quedó estático oliendo algo particular en el aire, algo desagradable pero familiar. Confundido enarcó una ceja queriendo entender el origen de ese aroma. Por el contrario, la omega se concentró en escuchar los chillidos pequeños que se estaban haciendo presente en el lugar.

- Los huevos ya nacieron. - dijo la joven en voz alta sin poder creérselo.

En ese momento su prometido y ella se voltearon para mirarse, en silencio, sin mostrar ninguna emoción, sin que pudieran procesarlo tragando saliva. En un segundo los dos salieron corriendo para poder mirar por el nido, sin embargo, queriendo ser una competencia de quién llegaría más rápido, empezaron a jalarse entre sí para no permitir que el otro pudiera avanzar.

- ¡Suéltame tonta! - se quejó aún afectado por las heridas del combate.

- ¡Déjame verlos primero! - le devolvió la queja deteniéndolo por el brazo.

- ¡No, yo los veré primero! - gruñó en forma de amenaza mientras la alejaba poniendo su mano en su rostro.

El forcejeo continúo, con un par de tropiezos en el suelo, hasta poder conseguir con dificultad llegar al nido debajo de los tablones, se trataron de rasgar la ropa incluso con tal de ganar, a pesar de eso, al mismo tiempo pudieron admirar a los polluelos que los veían confundidos mientras seguían chillando.

- ¡Ay son tan lindos! - exclamó la omega empujando por una última vez a su compañero con una patada cerca de la entrepierna.

- ¡Me vas a dejar sin descendencia, pato! - advirtió enfadado esquivando el golpe y dejándose caer hacia atrás.

Los tres recién nacidos por mero instinto pudieron captar la esencia espiritual de los dos nuevos presentes, sin duda alguna saltaron hacía la omega para seguir chillando en busca de atención.

- ¡Qué bonitos! ¡Su mamá los hizo bien bonitos! - halagó acariciando sus frágiles cuerpos con sus dos manos juntas, era sorprendente lo pequeños que eran, completamente grises y desplumados.

- Son horribles. - dijo el rubio levantándose de su caída con notable molestia.

- Apenas nacieron, obvio no tienen la forma de sus papás, pero la combinación de tu búho con mi lechuza hará que se vean geniales cuando sean adultos. - explicó en forma de regaño queriendo darle otra patada.

- Sigo diciendo que son horribles. - dijo con simplicidad sin percatarse que su mascota lo picoteó al escucharlo -, ¡Auch Maldito! ¿De dónde saliste?

Mientras se revisaba la zona afectada, observó a su búho ceniza quejarse con un fuerte ululeo, probablemente ofendido por insultar a sus polluelos, haciéndose notar como un padre protector.

- Sí, sí, como digas. - rodó los ojos con ironía, analizando con escondida ternura como su prometida arrullaba a los recién nacidos con semillas que estaban cerca. Pero al pensar mejor en la situación se dio cuenta de algo-, Espera (T/N) ¿No eran cuatro huevos?

La luna y el dragón (Katsuki Bakugou x lectora) [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora