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En el enorme y gran cielo de Cardinal, un enorme dragón con escamas tan brillantes como el sol volaba con bastante velocidad, siendo piloteado por un príncipe rubio que mordía el mango de su daga afilada mientras veía el mapa que sostenía en sus dos manos.

Un gruñido tembló en la garganta de la bestia para avisar a su dueño de una posible presa que quería. Era su caza matutina y el joven no desperdiciaba ninguna oportunidad para ejecutarla.

- ¿Ahí? - preguntó mirando por el rabillo del ojo la mirada de su fiel compañero-, pues ni modo, vamos allá. - dijo quitando la daga de su boca y la alzó señalando el lugar que debían bajar en picada.

Un rugido estridente se hizo presente en el lugar dando a entender que había localizado su deliciosa comida, guardó sus alas para dejar que su peso hiciera todo el trabajo, su jinete sostuvo fuerte las cuerdas tirándose hacia atrás mientras entrecerraba los ojos por el vacío y la presión del aire. Las nubes se agitaron y la miserable vaca que comía pasto tranquilamente se congeló al ver la enorme sombra que la iba envolviendo, avisándole su catastrófico final.

- ¡Muere! - gritó el príncipe con una sonrisa sádica viendo como las enormes garras de su mascota atrapaban con facilidad al desdichado animal.

Se alzaron apenas rozando la hierba que se sacudió para volver a ascender con una rapidez abismal, todas sus escamas se tensaron y movió su cola para dirigirse de nuevo a su cómoda altura. En un parpadeo lanzó la vaca quien empezó a emitir sonidos de agonía atrapándola en su boca como si se tratara de una pelota de juegos. De un bocado seco y satisfactorio se había tragado su desayuno, orgulloso soltó un rugido avisando que le había gustado.

- Al menos mastica idiota, vas a tener problemas de estómago y no quiero ver eso, qué asco. - le regañó el ojo rubí desviando la mirada, para él era desagradable la dieta de los dragones, pero formaba parte de la inevitable cadena alimenticia.

Un bufido del gran animal le dio a entender que le daba igual las opiniones de su dueño y aún quería cazar.

- Bueno, ya tuviste tu desayuno, déjame divertirme un poco. - agitó las cuerdas dándole la orden de girar y con mucha agilidad cambió su rumbo.

La brisa en todo su cuerpo, la fuerza de su gran compañero que hacía estremecer su cuerpo ejerciendo presión de más en sus brazos para no caerse, el aire puro que sus pulmones respiraban, el sentir la libertad en su corazón y observar los mejores paisajes del territorio, eran el pasatiempo ideal del joven alfa. Amaba esos paseos y exploraciones con su mascota, era algo único entre los dos y muy propio de las tradiciones de la aldea.

Llegando al límite de las montañas del sur, el rubio cenizo pudo visualizar a las hermosas ninfas de las cascadas, siempre estaban desnudas disfrutando de los nacimientos de los ríos y lagos con sus molestas risas. A propósito, y con una sonrisa arrogante le dio una señal a su mascota de que emitiera un rugido de amenaza imitando la acción como un niño pequeño, éste rodando los ojos por la imprudencia de su príncipe comprendió su intención, a pesar de eso, le hizo caso abriendo su boca, mostrando esos temibles dientes para soltar dicho sonido. El desgarrador chillido retumbó haciendo un eco escalofriante, las aves de los árboles volaron despavoridas de la posible amenaza y las ninfas quienes estaban en su rutina diaria corrieron horrorizadas hacía las cuevas de las montañas para protegerse, mientras que otras gritaban impresionadas escondiéndose en el agua al borde del colapso.

Una risa maliciosa y confiada sonó cuando el dragón pasó cerca de ellas.

- ¡Qué patéticas! Las ninfas siempre son un dolor en el culo. - mal hablado y grosero, esa era la definición de Katsuki Bakugou el príncipe de los dragones.

La luna y el dragón (Katsuki Bakugou x lectora) [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora