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2 de marzo, 2024.
Actualidad.La vista no era satisfactoria en lo absoluto.
Aquella vieja casa del árbol, ubicada en la parte trasera de la enorme mansión al estilo victoriana, era la definición de polvo; desorden, suciedad y vejez.
Por las paredes y techo telarañas se posaban de lado a lado y el piso parecía tener otra capa de puro polvo cubriéndolo. Con el viento las paredes crujían, las ventanas cerradas hacían que el olor a madera vieja y húmedad predominara por sobre todas las cosas.
Aunque eso no era lo peor, sino más bien, los excrementos de rata que estaban esparcidos por todo el suelo y los insectos que caminaban por todos lados lo eran, en definitiva se llevaban el puesto número uno.
No se tenía que ser un genio para saber que un maldito ecosistema habitaba en el lugar y solo se podía sacar una conclusión de todo lo antes mencionado: había mucho trabajo.
Con los guantes de goma, la mascarilla, la antiparra de seguridad, los zapatos gruesos y el traje protector puesto, ella se dispuso a limpiar todo a su al rededor.
Había hecho una promesa y las promesas son sagradas.
Abrió las ventanas de madera y dejó que la luz invadiera el lugar. Limpió el piso, desinfectó y sacó, con gritos de horror, a cada animal e insecto que hasta en ese momento vivía ahí.
Y no fue hasta que el piso, paredes, techo, esquinas y rincones de la casa, quedaron como nuevos que se detuvo.
Las horas pasaron frente a ella sin avisarle.
Mierda, el sudor caía por su frente y sentía la mugre pegada a ella, pero al ver como la casa, que hasta hace unas horas, se veía en ruinas, ahora brillaba ante sus ojos se sintió más que orgullosa por su arduo trabajo y esfuerzo.
Las viejas cosas, que podían ser reutilizadas, fueron ordenadas en donde debían. Puso los nuevos objetos que compró con anterioridad en diferentes lugares, remplazando los que ya no servían, y decoró como si fuera una profesional en ello.
Una sonrisa se formó en sus labios: «Já, ahora se puede burlar de su hermano por decirle que no era capaz de hacerlo y cobrarle los cincuenta dólares que apostó en su contra.»
Miró por la ventana, soltando un largo bostezo y estirando su cuerpo hasta que sus huesos tronaron, y se dio cuenta que estaba amaneciendo.
Maldijo al instante. Había pasado todo el día y toda la noche limpiando sin descanso.
—Me merezco un pequeño descanso —dijo en voz alta y luego negó con la cabeza, respondiéndose a ella misma—, maldita sea, uno pequeño no: me merezco un maldito descanso de una semana.
En medio de la sala principal de la casa del árbol había un hoyo cuadrado, donde un colchón nuevo remplazó el espacio vacío, antes lleno de mierda de ratas.
Agradeció en ese instante la existencia del mata-ratas y pidió perdón por tener que obligar a estas mismas a irse del lugar y, bueno, de la vida misma.
Se tiró, como si de una piscina se tratase, sobre el nuevo colchón y soltó un jadeo de satisfacción cuando su cuerpo se moldeó en este, descansando luego de unas 24 horas de trabajo.
Y, es que, fue tanto el cansancio que sentía en ese momento que no recordó el instante en el que se quedó profundamente dormida.
Los rayos del sol impactando en su rostro fueron su despertador, y ahora, su visión al abrir los ojos fue al mismo sol posándose en el cielo azul.
Se levantó de golpe. «Mierda, debía estar con su madre para preparar la cena». Pensó.
Tan rápido fue su acto de levantarse del colchón que no midió el mueble de madera que daba al pequeño entretecho de la casa y cayó, otra vez, al colchón cuando su cabeza se incrustó, por poco, en la madera.
—¡Maldita mierda! —gritó de dolor y, al mismo tiempo, del susto cuando un pesado baúl cayó del entretecho frente a ella.
Lo miró anonadada mientras sobaba su cabeza con dolor. Observaba el baúl pensando en el extraño efecto dominó que se creó.
"La curiosidad es un acto del instinto del ser humano." No es el gato el que realmente muere ante la curiosidad: esa es la metáfora.
Quien realmente cae en la tentación de lo desconocido, sin medir las consecuencias, es el humano. Pero, como este es tan orgulloso, no lo admitiría en voz alta y preferiría reemplazarlo por la figura de un gato.
A pesar de que, irónicamente, este tiene seis vidas más que el humano.
Y, la verdad, es que nadie podría juzgar su actuar. Es decir, si un maldito baúl que parece tener más años que tú, cae del cielo frente a ti, ¿lo devolverías a su lugar sin echarle una aunque sea una pequeña mirada?
Si lo que acaba de pasarle no era obra del destino, este, en definitiva, no existía.
Se acercó lentamente hasta donde yacía el baúl y sus manos picaron cuando tocaron el viejo objeto. La intriga estaba en el punto máximo para ella y no era raro que no se esperase ni un solo segundo para sacar los seguros que protegían el objeto y abrirlo.
Algunos deciden meterse por la nariz distintas sustancias alucinógenas para pasar un buen rato. Eso lo tenía claro gracias a su trabajo, pero ella, muy por el contrario, decidió meterse por la nariz un cumulo de polvo, que de seguro le hizo cosquillas hasta en el cerebro.
Con una mano se tapó sus vías nasales rápidamente para evitar el ingreso del polvo en su nariz y con la otra trató de mover el nuevo cúmulo de partículas en el aire.
Tosió un poco gracias a las partículas que alcanzó a inhalar y, cuando el polvo se disipó y pudo volver a abrir sus ojos, dirigió su vista hacia el baúl frente a ella, ahora abierto.
Quedar asombrada era poco para lo que ella estaba y sentía en ese instante.
Se acercó un poco más al objeto, inclinándose con sus talones, y se deleitó con lo que sus ojos veían.
Era como un tesoro del pirata: Discos de vinilo, casetes, unos audífonos de casco, una vieja stereo personal, radios antiguas, unos libros viejos, entradas obsoletas a distintos lugares, flores marchitas y un diario.
Todo esto, claramente, lleno de maldito polvo.
Estaría traumada con el para la eternidad, de eso estaba segura.
Sus manos volvieron a hormiguear y las hundió en el viejo baúl, siguiendo el camino directo hacia el diario, sin tocar nada más dentro del baúl.
Porque, si el morbo de saber los secretos y pensamientos más íntimos de otra persona no fuera suficiente, la curiosidad si lo era.
Tomó el diario con sus manos, sacudió aquel objeto hasta sacarle todo el polvo y lo abrió, expectante.
Realmente ella no sabía lo que descubriría al abrirlo, sus expectativas eran altísimas, y cuando leyó en voz alta la primera frase de aquel diario supo que había descubierto una llave; la llave para viajar en el tiempo.
Y en voz alta pronunció aquellas palabras talladas en el papel:
—Bienvenidos a la primavera en New Spring, es marzo de 1985.
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Juventud En Primavera
Romans«¿Crees que el amor tenga límites?» El polvo cayó cuando la puerta fue abierta y el lugar fue limpiado del pasar de los años, despojándolo de este. Y, solo cuando estuvo completamente limpio, aquel baúl, escondido en el entre techo, se mostró. "La c...