"Vení a dormir conmigo: no haremos el amor, él nos hará."
Julio Cortázar
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21 de mayo, 1985Se miraba en el espejo. Sus facciones delicadas, su cuerpo esbelto y cabello castaño cayendo por sus hombros. El camisón rosado de satén se pegaba a su piel, sus curvas naturales se marcaban bajo la tela.
Los ojos de Leanne bajaron por sus clavículas, su mano marcó un camino desde estas e iniciaron un viaje hacia sus pechos. Los almendrados ojos de la chica se quedaron allí. Tímidamente tomó uno de sus senos en su mano y mordió su labio al palparlo desnudo bajo el camisón.
Sentía vergüenza y algo de inseguridad. Sus pechos no eran grandes ni pequeños, regulares quizás, pero pensaba en que no serían suficientes para complacer. Creía que si fueran un poco más grandes o levantados se verían mejor. Podía abarcar con su mano su busto sin problemas y eso la acomplejaba.
Por su complexión delgada no ostentaba atributos grandes más allá de su apretada cintura. Su trasero tampoco era voluminoso, parecido a lo que sucedía con sus tetas. Lo único que destacaba de ella eran sus caderas anchas y abdomen estrecho. Era lo que le gustaba de su cuerpo tanto como la forma en que sus clavículas se marcaban.
¿Sería atractiva para Rosé? ¿Su cuerpo lograría encender a la pelirrubia? ¿Le gustaría ver más allá de la ropa, tocarla y sentir sus curvas? Tenía algo de miedo que no fuera suficiente para el gusto de la chica. Pensaba en las demás chicas, en los atributos de las modelos de revista y su ánimo bajaba.
A diferencia de ella, Rosé poseía un hermoso cuerpo proporcional. Su vientre se calentaba al recordar el cuerpo de la chica, sus atributos pronunciados. Los pechos de la pelirrubia eran dos veces más grandes que los suyos tal y como su trasero. Era tan seductora sin querer serlo o quizás sí, no lo sabe, pero su boca se secaba de solo recordar lo que se sentía tener a Rosé pegada a su cuerpo.
El placentero roce de su busco contra el suyo. Sentía su rostro enrojecer de solo recordar vívidamente aquella sensación. El fuego ardía como pólvora en su sangre, corriendo por todo su cuerpo y se dejó llevar por este de tal forma que sus intrusivos pensamientos desaparecieron. Al apretar su pecho otra vez tuvo que retener un suspiro con el miedo de ser escuchada, cosa imposible con lo gruesas que eran las paredes, pero igual temía.
Nunca se había tocado de esa forma, menos sin brasier. Una sensación agradable y nueva se instaló en su sistema al apretar su pecho y rozar su rozón con el dedo. Le gustó hacerlo, tanto que subió la otra mano para repetirlo en su otro seno.
Cerró los ojos ante las sensaciones, mordiendo más fuerte su labio. Los muslos de la castaña se juntaron ante la presencia de su intimidad entrar en calor. La humedad se deslizó hasta mojar sus bragas. Una de sus manos bajó inconscientemente hacia ese lugar tan privado, con el deseo de tocarse para calmar ese fuego que aumentaba cada vez más en ella.
Se detuvo, incomoda por estar de pie. Miró la cama y con algo de duda fue hasta esta para acostarse y sentirse más cómoda. Cerró otra vez los ojos, pensó en las palabras de su amiga, en su consejo y bajó la mano.
«Conócete, Leanne. Tócate y descubre qué te gusta»
La mente de Leanne buscó un escenario para poder seguir con el hilo de deseo que sentía. Llegó un recuerdo que se mezcló con su imaginación. Su sueño anterior se hizo presente y la imaginó a ella, a Rosé. Sus manos se movieron como si fueran las de su chica. La visualizó encima, entre sus piernas, tocándola de la forma que tanto necesitaba.
Masajeó su pecho, rozando con el dedo su sensible y erecto pezón. Mordió su labio para silenciarse. El rostro de Rosé no se iba de su mente, la mirada lasciva en sus celestes ojos y la forma de calentar su sangre con solo esta. Bajó su mano más, flectó sus rodillas y abrió sus muslos en cuanto su mano llegó al dobladillo del camisón y lo subió.
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Juventud En Primavera
Romance«¿Crees que el amor tenga límites?» El polvo cayó cuando la puerta fue abierta y el lugar fue limpiado del pasar de los años, despojándolo de este. Y, solo cuando estuvo completamente limpio, aquel baúl, escondido en el entre techo, se mostró. "La c...