Capítulo XIII

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"Me hacía revivir, iluminaba toda mi naturaleza: en su presencia yo estaba viva, al igual que ella en la mía"
Charlotte Bröntte
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10 de abril, 1985

Leanne llevó a Rosé del brazo durante todo el camino hasta llegar al baño de mujeres. Abrió la puerta de este con rapidez y entró con la chica. Cerró con seguro al cerciorarse de que el lugar estuviera vacío y, así nadie pudiera interrumpirlas, mientras ella se encargaba de atender a la rubia.

La castaña no la miró en ningún momento, movimiento o acción que hizo desde que salieron del salón, y eso dejaba a Rosé intranquila ante la actitud de Leanne.

—Leanne, ¿está todo bien? —Rosé susurró al ver la preocupación en las facciones de la castaña— ¿Leanne? —repitió al no recibir respuesta de su parte.

—Tu muñeca —Leanne habló por fin—. Tu muñeca está morada, Rosé y tus nudillos están sangrando. ¿No te das cuenta? Estas herida.

Recién ahí Rosé sintió un agudo dolor en su muñeca y bajó la cabeza para ver su mano. Miró asombrada su mano, la cual estaba morada, roja e inflamada. Y sus nudillos, tal como dijo Leanne, sangraban, escurriendo por sus dedos hasta manchar el piso.

—Mierda, carajo, no lo sentí hasta ahora. —se quejó, con una mueca en sus labios, extrañada por no darse cuenta antes del estado de su mano.

Leanne la tomó y llevó hasta el lavamanos. Encendió la llave del agua y puso la mano de Rosé bajo la fría agua y la dejó ahí, esperando que con eso la hinchazón no fuese mayor. También quería limpiar la sangre y limpiar la herida de sus nudillos para saber la gravedad de estas.

—Es por la descarga de adrenalina que sentiste al enfrentar a Jackson que no experimentaste el dolor hasta ahora. Tu corazón bombeó sangre con más rapidez, tu cuerpo subió su temperatura, tus pulmones de agrandaron y tu cuerpo secretó endorfinas por el estímulo —Rosé trató de seguirle el paso en su explicación—. Cuando tu cuerpo vuelva a su estado normal y las endorfinas dejen de secretarse aceleradamente por tu sistema, te dolerá como debió doler al principio. Es la respuesta de tu cuerpo a la situación en la que estuviste. Es un método de defensa para protegerte del peligro. —explicó rápidamente, hablando casi de manera robótica

Y, bueno, Rosé estaba más que aturdida por la explosión y rapidez con la que Leanne explicaba y detallaba cada proceso de su cuerpo desde el golpe que le dio a Jackson hasta ahora. Sin mirarla.

—Leanne, ¿puedes mirarme? —pidió, casi rogándole.

Leanne suspiró. —Fue peligroso —fue lo primero que dijo mientras llevaba por fin su mirada hacia Rosé—, saliste lastimada por el golpe y él pudo herirte, golpearte. ¿Es que acaso no te das cuenta de lo arriesgado que fue? —su expresión era bastante seria y Rosé no negaba que la intimidaba un poco.

No sabía que responderle a Leanne para eliminar la expresión en su rostro, pero realmente quería hacerlo. Que la castaña estuviera de aquella forma por su culpa no le gustaba.

—La verdad es que hoy no me levanté con la idea de golpear a una persona, pero simplemente sucedió. La vida es inesperada... siempre espera lo inesperado, ¿no crees? —bromeó, pero a Leanne no le dio gracia y apartó los ojos de ella, cerrando el grifo.

Observó la mano de Rosé, hizo unos movimientos para ver la gravedad de su muñeca y se disgustó cuando Rosé se quejó en algunos movimientos. Las heridas en los nudillos de Rosé no dejaron de sangrar.

Sacó la pañoleta de su cabello, con la cual lo traía amarrado en una cola y enrolló la mano de la chica para detener el sangrado de sus nudillos con un torniquete limpio.

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