Capítulo XIX

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"Si yo pudiera darte una cosa en la vida, me gustaría darte la capacidad de verte a través de mis ojos. Sólo entonces te darás cuenta de lo especial que eres para mí"
Frida Kahlo
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21 de abril, 1985

Que jodido era todo.

Absolutamente todo lo era. Desde despertarse en la mañana para vivir otro día de mierda monótono y sin sentido; lleno de dolor que te carcome desde dentro hacia fuera. Que te desvanece el alma. También lo era volver casa donde su única compañía era aquella mujer por la que daba su vida, pero sin ella a su lado al dormir, la soledad volvía a comerlo sin piedad.

La vida en sí misma era jodida, complicada, monótona, común, triste, dura, cruda y difícil... o quizás solo su vida lo era. Quizás la vida de los demás era mucho más fácil que la suya. Quizás él mismo se condenó a ello. Quizás todo era su culpa. Quizás sería más fácil si viviera una mentira como los demás.

Si no hubiera buscado ser libre en una sociedad carente de esta, ¿sería más feliz?

Se sentía tan abrumado, tan solo, tan fuera de lugar. Sentía que no encajaba en ningún lugar. Sentía que no era nadie, que no valía nada. Cuando estaba con las chicas, Arti se sentía completo, como si encajara, fuera de un lugar y perteneciera a algo más, pero cuando estaba solo... volvía a sentirse así.

«Perdido». Tanto como lo estaría un niño abandonado por sus padres en un parque, sin saber dónde están, cuándo volverán, dónde fueron y cómo encontrará el camino a casa.

Lo difícil y triste es que él jamás lograba encontrar su camino a casa, siempre volvía al mismo lugar. Siempre volvía al inicio, era su infierno personal.

—¡Hey, niño! ¿Seguirás viajando por el universo y más allá o pedirás algo para comer? Estoy esperando. —ese gritó sobresaltó y asustó a Arti. Odiaba los gritos, le traían malos recuerdos, los odiaba tanto que su cuerpo reaccionaba de mala forma— Oh, puta mierda. La cagué, ¿no? Soy una maldita insensible, ¡me parezco a mi papá, que horro! Oye, tómatelo con calma, no tiembles.

Levantó la mirada hacia la mujer parada al lado de él. La reconocía, era la nueva dueña de Cherry's y esta parecía impaciente por tomar su pedido y a la vez algo arrepentida por alzarle la voz.

—S-Sí... yo quiero... —maldito balbuceo, maldito temblor, malditas lágrimas— lo siento...

Entendía por qué la mujer estaba impaciente. Cherry's se encontraba lleno a esa hora y había más personas esperando ser atendidas. Arti se sentía como un estúpido por divagar y hacer que la chica perdiera el tiempo por él y todos en la fuente de soda, pero ella pareció importarle una mierda la gente.

—¡Queridos y amados clientes de Cherry's, lamento darles la mala noticia de que cerraremos el local debido a problemas en la cocina! ¡Agradezco su preferencia y lamento el inconveniente! —ella gritó.

Arti abrió sus ojos desmesuradamente, negando con la cabeza, pero la mujer solo sonrío y le guiñó el ojo. Escuchó las quejas de los clientes mientras salían de la fuente de soda y se sintió culpable por arruinar las vidas de los demás.

Siempre lo hacía, siempre arruinaba todo.

—¡Nos vemos mañana, besitos a todos, se despide Violet! —finalizó cuando el último cliente salió y la puerta se cerró. Soltó un suspiro, cansada y se echó en la silla frente a Arti.

—No tenías que hacer eso... —murmuró algo cohibido.

—Nah, no es nada. Estoy cansada hasta la mierda, solo me diste un pequeño empujón para irme a descansar antes.

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