Inhala, exhala. Inhala, exhala. Inhala, exhala.
No estaba funcionando, estaba intentando engañar a mi mente de que podía volver a ese equilibrio de nada me importa, sólo que Jisung este bien. Pero justamente en este momento quería huir hasta de él.
No se sentía correcto– ¡Yo no me siento correcto para tenerlo aquí, en el sofá, llorando por su familia deshecha!
¿Cuándo podría yo también hacerlo por la mía?
No me gustaba para nada verlo así de decaído, de sus ojitos sin brillo. No es ese Jisung que suele recogerme por las mañanas y ayudarme a subir al camión mientras esa sonrisa se expande haciéndolo ver tan besable. O ese Jisung que me abraza con fuerza porque cree que de esa forma puede arreglar hasta el corazón más roto.
Extremadamente dulce para mi gusto.
Pero su inocencia es la que me tiene mal. Porque es un ángel para un mundo arruinado por el mismo ser humano.
Podía escuchar esos pequeños gemiditos de dolor por los golpes en su cuerpo que ya habían sido curados. Podía escuchar sus sollozos que por más que eran débiles, se escuchaban con tanta claridad para mí.
Y no podía hacer nada.
¿Por qué el mundo tenía que ser una perra con quienes no lo merecían? Jisung es... Jisung jamás merecerá ese trato por parte de su papá. Por eso era mejor que estuviera viajando o en casa de su novia, así no podría lastimarlo.
Terminé con el té y regresé a la sala. Sonreí débil al verlo hecho bolita en el sofá, cubierto por esa manta lila pastel que había traído de su casa, seguido de esos peluches descoloridos que tenía desde que era niño, que ahora –en su mayoría– estaban regados en el piso. Su cabeza recargada sobre uno de los cojines manteniendo sus ojos cerrados.
Tan débil.
Acerqué mi mano libre a sus cabellos y los acaricié. No sabía que decir, pero sabía que a él no le gustaba hablar de ello. Mayormente callaba su dolor con las otras personas, siempre sonriendo y soltando florecitas. Pero conmigo no, conmigo siempre soltaba hasta la piedrita enterrada en lo más profundo de él. Pero siempre a su momento, cuando él se sentía seguro y listo.
Cuando volvía ese Jisung colorido.
—Hey, Han. — Bajé mi mano hasta aplastar su cachete rojito, aquel que estaba así por el llanto y no por el golpe de su papá. —Necesito que te calmes porque llorar hará que te deshidrates y lo que menos necesito en mi casa es un moribundo. —Le golpeé la mejilla suavemente mientras sonreía mostrando mis colmillos, no me gustaban, pero sabía que a él sí.
Han negó, ni una mísera sonrisa salió por sus labios, ahora rojizos, aún cuando mi chiste fue más pesado, de esos que no causaban risa pero él se reía por compromiso.
Bufé y me acomodé en el frío piso, la tasa de té ya estaba puesta sobre la mesita pero él parecía no notarlo. Sus ojos brillosos puestos en mí comenzaban a causarme desesperación y unas ganas de pegarle para que dejara de hacerlo.
Tallé mi mejilla, conté hasta diez en mi cabeza pero no podía dejar de sentir su tonta mirada en mí.
—Que estés así no quiere decir que dejaré de decirte lo desagradable que me parece que me veas. —Gruñí jalando un hilo suelto de mi sudadera. —Sabes que–
—No necesitas decirlo millones de veces más. Sé que cosas te gustan y cuáles no. —Aclaró su garganta y se acurrucó más entre la manta. —Pero no puedo dejar de hacerlo. Me gusta verte. Me das paz.
Reí sin poder evitarlo. —¿Paz? ¿Está mierda de aquí te da paz? —Me señalé y pude notar su descontento hacia mi referencia. Puse los ojos en blanco e ignoré su mirada.
Lo había arruinado de nueva cuenta.
Pero no podía evitar ese tipo de referencias. No cuando me eran más fáciles que buscar un halagado que sería totalmente falso.
—Deja de decir ese tipo de comentarios.
—Puedes decirlo todas las veces que quieras pero no harás que mi opinión hacia mi persona sea otra. —Escuché su resoplo y sonreí. Era como si tratara con un niño pequeño queriendo hacer berrinche.
—Algún día verás lo hermoso de ti y yo te llenaré de besos mirándote con orgullo.
«Ojalá ese mismo día venga acompañado de tu amor»
Una sonrisa vaga se instaló en sus labios. No le hice caso porque las cosas no funcionaban a pedidos. Uno tenía que poner de su parte para que las cosas tuvieran esa función, pero yo no quería otro punto de vista.
No quería ser un soñador que al día de mañana estaría llorando por no ver la vida como en realidad era.
Para eso estaba Jisung, él era el soñador de mi historia y yo el que mantenía los pies sobre la tierra y me quejaba de todo.
Un orden bueno, un buen complemento.
C o m p l e m e n t o.
Mala jugada. Yo sólo me estaba haciendo daño con ese tipo de comparaciones.
Que en otros hubiera funcionado no quiere decir que en nosotros también.
Menos cuando siempre tengo más ganas de golpearlo que de besarlo.
No pude quejarme. No pude regañarme mentalmente pues los brazos de Han me tomaron y subieron hasta estar entre sus piernas, las cuales estaban enrolladas en mis caderas y sus brazos abrazando mi cintura. Su cabeza recostada sobre mi hombro mientras su respiración golpeaba mi nuca.
Como una pareja. Una tonta y débil pareja.
Respira, exhala. Inhala, exhala.
Quise llorar, llorar de dolor porque todo estaba jugando en contra mía. Porque tenía miedo de ilusionarme con algo que estaba creando mi cabeza.
De perder en este juego donde mi corazón estaba cayendo.
Porque todo dictaba que me estaba enamorando, me estaba enamorando del estúpido niño rosado llamado Han Jisung.
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𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒆𝒍 𝒄𝒉𝒊𝒄𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒋𝒂𝒎𝒂́𝒔 𝒎𝒆 𝒂𝒎𝒐́ ⎯ minsung / bangho
RomantizmLos resultados de un gusto que crees pasajero no siempre terminan siendo buenos. A veces creemos que callar es mejor que decir lo que de verdad sucede por miedo a arruinar todo en lugar de ver el lado positivo de las cosas. Cosas buenas como malas...