El tenedor en mi mano estaba comenzando a desesperarme, quería irme y no volver a estamblar conversación con alguno de ellos. Era incómodo y para nada grato el hecho de que todos me estuvieran mirando, esperando una respuesta hacia esa pregunta de mi tío que sólo hizo colmar más mi paciencia.
¿A él que le interesa si tengo pareja, o si me gustan los niños o las niñas? Nadie le preguntó a él por qué se casó con una mujer que sólo ve su dinero más allá del amor. Era ridículo que viniera a querer darme consejos sobre cómo conseguir pareja cuando él tampoco tenía. Y no podía hacer más que mirar al plato de comida, porque a mí lado estaba aquel primo que robó mi primer beso mientras dormía. Y claramente él no sabe de los putos problemas que me causó ese estúpido beso, tampoco pienso darle una muestra de todo aquello. Mientras que por el otro estaba su hermana con la cual ya no me llevaba del todo bien.
Y yo sólo estaba queriendo echarme a llorar y jamás despertar.
Porque todos eran una mierda con aquellas máscaras tontas.
— ¿No vas a contestar, cariño? —La voz de mi abuela resonó por toda la habitación. Le sonreí pero aquella sonrisa era casi igual de falsa de lo que soy.
A veces no sabía si ella también era parte de todo este engaño, o sólo una carta más que pronto se iría porque estaba perdiendo.
—Tío, —Comencé, buscando las palabras menos abusivas para contestar, porque un “que te importa pinche viejo feo, primero usted vea su mierda y después revisa la mía.” no era del todo muy inteligente de mi parte. —a usted no creo que le interese saber si estoy en una relación o no. Si me gusta mi mejor amigo o no. Lo que a usted le interesa es meterse en la vida de un adolescente para terminar de arruinarle sus ilusiones como a usted le arruinaron las suyas.
Él me sonrío burlón. Al parecer mis palabras no habían causado absolutamente nada en ese feo corazón que debe ser más oscuro que mi culo.
—¿No se supone que somos familia?
—Somos familia cuando se les antoja serlo, porque fuera de estas tontas reuniones no hay nada de lo que podamos estar orgullosos.
—¿Así que ahora te crees muy maduro como hablar de esa forma? Estás menospreciando a tu familia por tu “intelectualidad”.
—En ningún momento me he referido a los demás como menos que yo, en todo caso, si eso es lo que usted escuchó, debería de limpiarse bien los oídos y conseguir nuevas neuronas.
Él estaba por decir algo más, pero papá fue más rápido.
—Minho–
—Mira, papá, no es momento de que vengas a querer darme clases de moral cuando en casa te la pasas diciéndome hasta de lo que me voy a morir. —Me levanté, tiré los utencilios al plato y comencé a caminar a la salida. —Sé cuán grosero es irme y responderle a mis mayores, pero ellos jamás pensaron en sí me estaban haciendo daño con sus estúpidas acciones.
—Te estás comportando como un ridículo. —También se puso de pie pero no se movió. —Regresa aquí y pídele perdón a tu tío. —La voz de mi padre fue dura, pero no logró causar ese miedo que me consumía cuando era niño.
Yo había crecido y que el dolor no se haya quedado atrás no quería decir que fuera igual de débil, o esa "nenita llorona y gorda" como me llamaban.
Él también lo hacía, a veces incluso lo repetía.
Sonreí de lado, lo miré con ese odio reflejado que siempre he guardado. Las lágrimas eran parte de ellos pero no les iba dar la dicha de verme llorar y ser más idiota de lo que era. —Entonces tú pídeme perdón por cada uno de tus insultos donde no hubo razón para ellos. Si quieres que yo dé algo, tú también hazlo. —Aquel endureció su mirada, pero en mí ya no había nada.
Su perdón nunca llegó.
El mío tampoco.
A la hora de regresar a casa nadie habló, éramos tres pasajeros en ese coche apretado que no podían decir o hacer algo más que prestarle atención al camino. Yo sólo deseaba llegar lo antes posible para soltarme a llorar. Mis ojos dolían y podía sentir mis sienes palpitar de dolor, pero llorar sería darle la oportunidad de verme vulnerable. Y no, él ya no vería más a ese Minho que sollozaba después de que su padre le gritara que era una decepción para la familia.
No podía evitar sentirme bien, pero no satisfecho. Me habría gustado echarles en cara cada una de sus palabras. Pero de eso debía encargarse la vida, porque era un estúpido creyente de que el karma existía, aunque me gustaría más hacérselo saber de mi propia mano.
Bajé y subí lo más rápido que mis piernas me lo permitieron, mamá y papá no dijeron nada, por lo que supuse que mañana hablarían conmigo.
Tomé mi celular, las lágrimas ya corrían por mis mejillas que me fue imposible omitir los sollozos.
Porque al final de todo seguía siendo un tonto llorón.
— ¿Cariño?
—Han... —Cubrí mi boca con la palma de mi mano, dejando todo en el aire.
—Hey, estoy aquí, ¿Sí? Siempre estaré aquí.
›› Todo estará bien aunque dudes de ello. Por eso necesito que te tranquilices, estoy poniéndome los tenis e iré a verte, así que por favor, deja de llorar. —¿Cómo le haces entender a una persona que no es tan sencillo como lo hacen ver? ¡Uno no deja de llorar porque se lo pidan! —Inhala y exhala conmigo, Min. Pronto llegaré y te haré sentir bien, pero por favor, trata de controlarte.
Y lo hice, lo intenté sólo porque él me lo pidió.
No me preocupé por cómo entraría, normalmente un pequeño hueco de la ventana siempre quedaba separado por sí él llegaba. No sería la primera ni la última, pero sí una de las pocas donde se debía a mí el porqué estaba ahí.
No quería pensar más en mamá y papá, pero no podía apartar esa mirada de decepción que me lanzó. La mirada de reproche de mamá que daba por el retrovisor tampoco ayudó a que me sintiera mejor. Y ya sabía yo que gran parte era mi culpa. Al final siempre lo sería.
El celular seguía colgando en mi mano, mis ojos cerrados y mi cuerpo hecho bolita sobre la cama no era de mucha ayuda. Segundos después lo sentí, sus delicadas manos tomando mi cabello y cambiando mi posición hasta tenerme encima suyo con mi cabeza en su pecho.
Está aquí, conmigo, a mí lado, escuchando cada balbuceo y sonido inexplicable salir de mis labios.
Esta aquí como lo prometió.
Conmigo.
—Estoy aquí, siempre estaré aquí.
Y me sentí peor, porque yo era un ser horrible enamorado de caca de unicornio, aquella que jamás dejaría de brillar y que a mí lado, lo único que haría sería resaltar aún más, dejándome de lado.
Porque la caca de unicornio no está echa para la popó de caballo.
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𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒆𝒍 𝒄𝒉𝒊𝒄𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒋𝒂𝒎𝒂́𝒔 𝒎𝒆 𝒂𝒎𝒐́ ⎯ minsung / bangho
عاطفيةLos resultados de un gusto que crees pasajero no siempre terminan siendo buenos. A veces creemos que callar es mejor que decir lo que de verdad sucede por miedo a arruinar todo en lugar de ver el lado positivo de las cosas. Cosas buenas como malas...