Jisung gustaba de venir los fines de semana hacerse menso en mi casa, normalmente lo hacía porque su padre no pasaba gran parte de su estadía en casa, si no en la de su novia.
Para mí, eso era irresponsable de parte de ese hombre que parecía tener cara esculpida por todos los dioses, pero ni toda su belleza junta lograban quitarme de la cabeza los ojitos tristes de Han.
Por eso, hoy de nuevo estaba aquí envuelto con una cobija de pelaje blanco, con un gorro gris más grande que su cabeza y su cuerpo abarcando gran parte del sofá.
¿Era necesario aclarar quien estaba recibiendo todo su olor a patas sudadas?
— Oye, moco, el problema es con tu papá, no conmigo.
— Eres mi mejor amigo, la única persona que logra entenderme. — Evité rodar los ojos, sólo por esa mirada de ojos brillantes y por lo apenado que me iba a sentir después de hacerlo.
— Al menos dame espacio, que parece que no recuerdas que estas en mí casa, en mí sofá y usando mí televisor.
A él pareció causarle risa mi comentario y quisiera decir que lo que siguió me dejó sorprendido, pero eso sería mentir, pero mucho más sería decir que no me gustó para nada.
Sus brazos tomaron los míos llevándome hasta estar recostado sobre su pecho, ni siquiera supe como logró moverse hasta tenernos envueltos en la cobija. Por mi cabeza sólo podía pasar ese pequeño beso que dejó en mi nariz rojita.
Un beso.
Un puto beso.
¡Un puto que me dejó como colegiala hormonal!
— ¡No vuelvas hacer eso en tu puta vida, Han! — Gruñí golpeando su pecho con mi mano hecha un puño.
Él se rió y repitió la misma acción sin importarle mis quejas. Se las estaba pasando por el culo sin el más mínimo respeto hacia mí corazón y mis intestinos que parecían querer abandonar mi cuerpo.
¿Recuerdan eso de j o d i d o? Pues si estoy.
— ¡Ya! — Chillé lo mas fuerte que pude, me sentía indefenso bajo su tacto, bajo sus fuertes brazos que me abrazaban con cariño. Aunque Han fuera prácticamente un fideo a mis ojos, no podía negar que bien podía defenderse.
— Oye, bien que te gusta que estemos así.
— Mentiroso. — Enterré mi cara en su pecho, odiaba sentirme de esta forma y él parecía no darse cuenta, siempre riendo y dejando en claro que es maravilloso.
— Claro que sí, te conozco mejor que nadie y sé lo que te gusta; que te mimen, que te den helado de galleta y jugar en tu consola.
Bueno, si me conocieras lo suficiente también sabrías que me gustas con locura hasta llegar a parecer un perro triste cuando su amo se va.
Agh.
— Sí pues, cállate, nadie te estaba preguntando.
Y ahí estaba yo, mandándolo lejos porque el amor y yo no éramos una buena combinación. Pero me gustaba estar así, me gustaba que fuéramos únicos en nuestra amistad al momento de hacernos saber lo mucho que nos queremos.
Él era tan aaaw y yo tan eeew. Tan contradictorios que, no lo sé...
Ahora no quiero saberlo.
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𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒆𝒍 𝒄𝒉𝒊𝒄𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒋𝒂𝒎𝒂́𝒔 𝒎𝒆 𝒂𝒎𝒐́ ⎯ minsung / bangho
Roman d'amourLos resultados de un gusto que crees pasajero no siempre terminan siendo buenos. A veces creemos que callar es mejor que decir lo que de verdad sucede por miedo a arruinar todo en lugar de ver el lado positivo de las cosas. Cosas buenas como malas...