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🚨 ADVERTENCIA 🚨

EL SIGUIENTE CAPÍTULO
CONTIENE ESCENAS QUE
PUEDEN HERIR LA
SUSCEPTIBILIDAD DEL LECTOR
SE RECOMIENDA DISCRECIÓN.

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Faltaban 10 minutos para la medianoche y extrañamente, el trayecto de regreso a New York había resultado ser sumamente tranquilo. Mis dedos golpeaban el volante al ritmo de la canción que sonaba en mi estéreo; mis labios seguían la letra en silencio y mis ojos permanecían atentos al camino frente a mí. 

Al menos así fue hasta que aquella maldita mujerzuela despertó, removiéndose en el asiento trasero de mi auto al percatarse de las ataduras en sus manos y la cinta industrial cubriendo su molesta boca.

—Vaya... Al fin despiertas. —murmuré, echando un rápido vistazo por el espejo retrovisor —. ¿Estás cómoda?

La tipa gruñó y pude ver el rastro de unas lágrimas negras recorrer sus malditas mejillas. ¿De verdad creía que eso me conmovería al punto de liberarla? Qué patética.

Frustrado, pisé un poco más a fondo el acelerador haciendo rugir el motor de mi auto mientras mis manos se aferraban al volante. Tenía que darme prisa; no soportaba ni un jodido minuto más compartir mi auto con esa zorra, y la idea de que llegara a manchar los interiores con su estúpido maquillaje me molestaba en verdad.

Una vez que llegué a nuestro destino aparqué el auto junto a la acera, saqué un cigarrillo y lo encendí, dando la primera calada; contemplando con nostalgia aquella vieja casa en la cual viví junto a mis padres durante mi infancia. O al menos, parte de ella.

El aspecto del inmueble era deplorable. Los cristales estaban rotos, el jardín descuidado y la maleza cubría gran parte de la empedrada que guiaba hacia la entrada principal. La madera lucía sucia, desgastada y consumida por todos aquellos años de abandono; mientras que, algunas pintas sin sentido resaltaban en la descarapelada pintura, evidenciando el vandalismo del cual el que alguna vez fue mi hogar, había sido víctima.

A pesar de tratarse de un vecindario con enormes terrenos separando cada una de las propiedades, me sorprendí al darme cuenta de que las casas aledañas estaban casi en la misma condición, como si todos intentaran alejarse al saber lo que había sucedido dentro de aquel lugar; el cual sin duda estaba más que estigmatizado. 

Solté un largo suspiro, terminé mi cigarrillo y dejé la colilla del mismo dentro del cenicero, echando un rápido vistazo a mi alrededor. La zona al ser inmensa lucía prácticamente desolada; así que, luego de ajustar mis guantes y asegurarme de que mi antifaz siguiera firme en su sitio, di comienzo a la segunda fase de mi plan.

𝕮RIMINAL. ᴠᴏʟ. ɪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora