16 》Siempre él

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Sakusa Kiyoomi ve cómo toda una montaña de drogas y armas arde ante sus ojos.

A unos cuantos pasos, varios hombres con máscaras se paran a un lado de él. La mitad de ellos portan las máscaras que representan a su organización: comadrejas. La otra mitad, son máscaras de zorro.

Y en medio de todos ellos, con los ojos bañados de oro y fuego, está Atsumu Gu.

Sin máscara.

Sin un puto pelo del cuerpo erizado o indicio de miedo.

Con ese llamativo cabello castaño con los remanentes de un tinte que poco a poco se ha ido cayendo, mismo que enmarca su rostro con una sección más larga que cae justo por encima de su frente.

Lleva ese puto sombrero que Kiyoomi odia desde el día en que se lo vio en la fiesta, con una fina cadena de plata que le cuelga del ala.

Su atuendo es igual de negro que el de todos, sin embargo, tiene un estilo único que grita, por todos lados, que es el jefe de esa operación. Ese abrigo negro y super largo con forro y solapas que usa solo colocado encima de sus hombros como una capa es tal y como lo recuerda, también, de ese día.

Lo odia.

¿En qué momento todo ese asunto de Iwasaki se volvió uno de máxima prioridad en el que más familias se vieron en la necesidad de involucrarse? Lo que es peor, aliarse.

Mirando silenciosamente a su alrededor, no sabe qué le produce que hayan tantas máscaras de zorro ahí. ¿En qué momento su padre y el líder de los Gu decidieron que sería una buena idea aceptar esa tregua?

¿En qué estaba pensando su estúpido padre al encomendarlo a un tipo como Atsumu Gu?

No tenía sentido.No tenía ni el más puto sentido.

Kiyoomi hubiese preferido que lo castigara al llegar a casa, o que le delegara esa acción a Iizuna para que fuera él quien lo sancionara.

En su lugar, casi como si hubiese sabido lo que pretendía al ir él solo a rastrear a Taku, delegó a Atsumu Gu para que se encargara de someterlo como él quisiese mientras lo que durara esa misión.

Kiyoomi no sabe qué es peor.

Si obedecer a su padre o seguir las órdenes de alguien como el hijo mayor de Miya Harada.

—Primero hay que sacar al ratón de su ratonera —así llamó Atsumu Gu al plan que le tomó como cinco minutos idear en compañía de su subordinado, informándoles acerca de él a la mañana siguiente de lo sucedido en ese bar de mala muerte.

Lo había repetido unas tres veces más o menos, y lo hizo una cuarta vez cuando su hermano, Osamu Gu, llegó al sitio luego de haber sido notificado por su propio padre acerca del cambio de planes y de que ahora esa tarea se volvía en algo colectivo.

Los hombres que están más cerca, ahora, de Atsumu, son, por obviedad, su hermano menor y compañía. Kiyoomi apenas se aprendió sus nombres mientras el pobre de su primo —que también había sido arrastrado a eso por culpa de él— parecía que sudaba frío a cada instante que intercambiaba miradas con alguno de ellos.

Osamu Gu tiene dieciséis años, los suficientes para que Atsumu Gu piense, al presentarlos, que hay una diferencia abismal de experiencia y conocimientos a pesar de que solo se llevan un puto año de diferencia.

En esas pocas horas, su imagen a cerca de Atsumu Gu no cambia en lo más mínimo.

Irritante.

Molesto.

Sumamente engreído.

Lo peor de eso último es que no hay forma de decir que lo es sin sentido porque —no lo quiere admitir, dios— el sinvergüenza sabe perfectamente de lo que está hablando. Pero tampoco va a decir —ni pensar— que es un genio. Primero se come un erizo al decir algo así pero, es, sin duda, ese tipo de personas odiosas que aunque lo son y le hinchan las pelotas a otros, no puedes dejar de ver.

Eat me 【Haikyuu-SakuAtsu】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora