11 》Después de tanta maldad

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Un niño desnutrido y hambriento fue lo único que dejó la madre de Rintaro el día en el que decidió morir.

"Decidió", porque en realidad no le importó dejar a un niño abandonado a su suerte creyendo que si se hacía daño a sí misma, Miya Harada volvería con ella.

Volvería... tal y como se lo prometió el día en que le juró que aunque se casara con alguien más, su prioridad serían ellos dos.

Que si solo se casaba con esa otra mujer, la única hija de una de las familias más poderosas dentro de la mafia en ese momento, era para poder darle a ella y a Rintaro una vida mejor.

Sí, su madre murió creyendo en esa basura, permitiendo que su niño de seis años pasara tres días enteros al lado de su cuerpo descomponiéndose.

—Cuánto has crecido, Rintaro.

Un hombre, al que nunca había visto más que en fotos, y al que poco podría reconocer o recordar a esa edad, un día tocó a su puerta.

Tocó, miró el cuerpo de su madre solo unos segundos, lo cubrió con una sábana curtida y agujereada, y tomó su esquelético brazo para simplemente llevárselo con él.

No hubo despedidas y tampoco una explicación, al menos no una que tuviera sentido para un niño de seis años con una severa desnutrición y shock emocional bastante severo.

Lo llevó, lo arropó y le dio de comer, tal como una persona alimenta a un perro.

Años más tarde Rintaro se daría cuenta que eso era exactamente lo que Miya Harada quería de él.

Un perro muy servicial.

No un hijo al cual cuidar.

Además de darse cuenta que no los amaba tanto como solía decir su madre en medio de sus disparates. Sí, claro, los "amaba tantísimo" que por eso no solo se había casado con otra mujer sino que había procreado dos niños más además de él. Dos niños a los que sí reconocía como sus hijos y a los que, aunque quizá no les daba amor, sí poseían una vida mejor que la suya.

Los hermanos Gu.

Sus obligados medios-hermanos.

Si su madre estuviera viva ahora, solo lo estaría unos momentos para volverse a morir.

Rintaro tenía ocho años cuando conoció a la Donna de Gu. Dos años más que su actual hijo mayor de seis, Atsumu Gu.

Su amor, sin embargo, a diferencia de su ilusa madre que lo depositaba todo —al igual que sus esperanzas—, en Miya Harada, no era para él. Era para sus hijos. Para esos dos pequeños niños que eran su mundo entero.

Gu Ye Eun era una mujer hermosa pero con una ferocidad retratada en sus rasgos por más delicados que estos fueran.

Se decía que era una mujer fría como el jade y hasta burlona en algunas ocasiones, siempre haciendo todo lo opuesto a lo que su padre, en ese entonces líder de la familia Gu, le pedía que hiciera. Engrandeciendo cada vez más su imagen de hija rebelde, alejada del aspecto que alguien de su linaje debería portar. No era muy agradable durante las conversaciones porque siempre tenía algo que decir, y en más de una ocasión la descubrió discutiendo con su padre a partir de que le llevó a la misma casa donde vivía su actual familia.

Gu Ye Eun desde luego desconocía que el niño nuevo al que había recogido su marido era en realidad su primer hijo, o eso es lo que Rintaro siempre quiso creer.

Su padre no decía mucho en realidad, ni siquiera a él siendo su hijo le explicó realmente acerca de su segunda familia por lo que dudaba mucho que la Donna de Gu supiera de eso también pero-...

Eat me 【Haikyuu-SakuAtsu】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora