25 》Si la vida fuera como cuando nos conocimos

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Había una vez un ciempiés que paseaba contento hasta que una araña burlona le dijo: "Cuéntame, ¿en qué orden mueves tus patas?" Aquello le llenó de dudas hasta tal punto que cayó exhausto en el camino sin saber cómo correr.

Los extraños cuentos que Gu Yeeun siempre les relataba le parecían, en ocasiones, duros adversarios para su infantil y limitada concepción. En otras más le parecían también cuentos de terror en lugar de un verdadero cuento para niños para ese tiempo.

Pero por alguna razón recuerda ese en particular de una forma muy nítida, quizá porque le parece curiosa la forma en la que busca asociar desesperadamente todos los recuerdos que conserva todavía de su madre con la tinta que, recuerda, también está impresa en su piel ahora que su palma sangra luego de hacerse un corte limpio en ella y jurar en frente de toda la familia: lealtad.

Cualquier otra persona se llenaría de orgullo o de verdaderas ganas de comenzar a gobernar como le venga en gana una vez sabiéndose líder de una organización como la suya. Sin embargo Atsumu solo tiene el estómago revuelto al ver su propia sangre ser usada como la tinta con la que se firma su contrato con el diablo en un momento de su vida en el que no se encuentra para nada bien.

Están sentados en una mesa.

Hay vino, una pistola y un cuchillo delante de él.

Su arma es una glock 38 y el cuchillo es más bien una daga.

Del consejero de su padre apenas escucha unas cuantas palabras.

Primero le pinchan el dedo con un alfiler y se lo aprietan hasta que la sangre sale. Luego de que le han ofrecido su propia daga, todo en un ritual ensayado que a él solo le da náuseas porque...él no debería estar ahí.

—Repita después de mí, joven amo —Atsumu arruga el entrecejo cuando ve a su padre herirse también la palma de su mano y tomar la suya casi que con brusquedad antes que prestarle verdadera atención a su mano derecha seguir hablando—. Esta sangre significa que ahora somos una familia. Tú vives por los Gu y mueres por los Gu.

En ese momento, se vuelve un cuchillo.

Se vuelve un arma.

Morirá por cualquiera de las dos pero sobre todo tendrá que morir por la familia.

Atsumu alza los ojos, mareado. Hay más de 40 miembros presentes observando como buitres, como si fuera carroña humana, observando cómo se vuelve líder de una familia por la que no siente nada pero a la que está amarrado desde que nació y por la que debe morir ahora.

Desvía la mirada y se encuentra con los ojos de Harada, y no siente más que asco.

"Tsumu-yah"

Cierra los ojos un momento y la garganta se le cierra porque poco a poco se siente como un niño buscando desesperadamente la ayuda de su madre ya que de su padre no la puede tener ni la tendrá jamás.

Atsumu solo puede pensar en ella en un momento así. Porque hacerlo siempre le ha producido paz y eso es lo que necesita ahora.

Pero no encuentra nada.

Solo quiere que esa ceremonia termine pronto para poder largarse de ahí, aunque sabe que eso también es imposible.

Quiere a su madre.

De verdad quiere que esté ahí. No impidiendo nada, no diciendo nada, pero que solo tome su mano para hacer toda esa situación más llevadera. Recuerda sus ojos y ve ternura, ve amor, ve comprensión. Ve todo lo que le hace falta y que él no posee.

¿Por qué lo abandonó?

¿Por qué los dejó a él y a Osamu?

Mantiene los ojos cerrados tanto como lo es posible para pasar esa situación lo más rápido que se pueda pero en cuanto los cierra Yeeun está ahí y también su versión diminuta e infantil haciendo un puchero. Sus ojos, por alguna razón, se dirigen al brazo de su madre y el Atsumu adulto sabe qué se debe.

Eat me 【Haikyuu-SakuAtsu】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora