Cuento de hadas inconcebible { KookJin }

14. ❛Sueños manchados❜

Las orejas de Jungkook se calentaron y a estas alturas no sabía si era por el llanto o por la vergüenza.

—Bien —contestó para dar por zanjado el tema—. ¿Sabes? Yo creo que eres un omega muy lindo —musitó, agradeciendo estar escondido en el pecho de Jin para que este no viera su rostro. El susodicho elevó una ceja—. Digo, estás algo escuálido y eres muy fino para mi gusto..., pero sí —dijo—, eres bastante bonito. Además, mi alfa no habría elegido a alguien para pasar la noche si no entrara en sus estándares, así que, carajo, eres apuesto.

Jin rio un poco. De acuerdo, eso viniendo de Jungkook era demasiado.

Aun así, ¿por qué las manos le picaban y tenía unas intensas ganas de golpearlo?

—Esa es una rara forma de consolar —concluyó en breve.

—Estoy haciéndolo lo mejor que puedo —se defendió Jungkook, aliviado de escuchar la risa de Jin otra vez. No estaba bien que le calmara considerablemente el repentino estado anímico de Seokjin.

Lo confirmaba hoy día.

La risa de Jin era mil veces mejor que sus lágrimas.

—Hoy no tuvimos nuestros cuarenta y cinco minutos... ¿Te parece sí...? —insinuó el alfa, el modo en que lo hizo dando a entender que la timidez lo había superado. Seokjin asintió quedito, embelesado por la pequeña idealización que creció durante esos milisegundos. ¿Y si Jungkook fuese esa clase de alfa retraído y acaramelado en vez del idiota que era? Él de verdad no tendría problemas en alabarlo como a un santo.

Sólo lamentaba (y agradecía, de algún modo), que el alfa fuera un cretino.

Porque lo era.

El cretino de Taehyung, así que estaba bien odiarlo siempre que pudiera.

—Bien, entonces...

Y antes de que pudiera terminar su frase, el hombre lo tomó en brazos con facilidad, depositando sus manos en la estrecha cintura del omega para instarlo a que envolviera con seguridad sus piernas en sus caderas. Jin, estupefacto, reaccionó por instinto y se permitió apoyar sus temblorosas manos en los hombros del alfa sin terminar de procesar el asunto por completo. Jungkook no le quitaba los ojos de encima y se sentía incómodo como el infierno. Siempre le rehuía la vista, pero no ahora.

Internamente, palpable y plausible, se aliviaba de la perspectiva que lo arrullaba.