09. ❛Polución nocturna❜

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—No te duermas —musitó con un tinte de diversión en la voz, mostrando su sofisticada sonrisa de molestia antes de tironear de los brazos del omega. Jin no ahogó el jadeo cuando sintió la embestida profundizar tan jodidamente fuerte que se percibió electrizar. Su espalda se curvó en reacción al cosquilleo en su vientre. Su pene temblaba, subiendo y bajando a causa de cada arremetida por parte del hombre que lo penetraba sin descanso. Su pecho seguía el mismo movimiento, demasiado ocupado en mantener al margen el errático palpar de su caja torácica. No se movía nunca y Jungkook estaba haciendo un puto desastre de su cuerpo justo ahora, ¡claro que se sentiría como si se fuera a desmayar!—, omega —tarareó con entretenimiento contra su oído. Jin se dejó hacer, derritiéndose en placer frente a su acercamiento. Cada vez que el alfa se avecinaba o frotaba sus rostros se sentía tan adorable y dulce que sus ganas de ser preñado aumentaban. Le gustaba la atención de su alfa, le gustaba tanto... Quería ser notado más, quería ser consentido aún más.



—T-tengo sueño, alfa —sollozó el omega, apoyando su mano derecha en su propia cabeza; la otra demasiado ocupada en acaparar la mejilla roja del alfa, quien no dudó en restregarse amorosamente contra ella. Le sonreía a ratos, coqueto, y a veces mordisqueaba la punta de sus dedos con entretenimiento. Eso lo hacía sonrojar, pero Jin sólo podía pensar en que su propio cuerpo estaba fuera de sí, sudando como nunca en la vida. Mierda, qué asco. No quería que su alfa viera eso. Debía mostrarle lo mejor, siempre lo mejor. Debía ser él quien lo hundiese contra la cama y lo montase hasta hacerlo venir en su vientre. Aun así, qué terrible espectáculo estaba dando. Debía dar más, debían alocarse más. ¿Si se dividían la botella de whisky a medio abrir que estaba en el piso podrían dejar sus angustias de lado?



—Pero sigues corriéndote como loco, así que no cierres los ojos —ordenó a secas, su mirada lúgubre bastando para que el interior de Jin apretara alrededor de su falo a modo de premio. Que lo dominara más, que le hablase más, que lo marcase con las uñas. El alfa chistó al aire, mordiendo su labio inferior a medida que aumentaba el vaivén de sus caderas. Lo tomaría, todo de él, definitivamente lo tomaría hasta exprimirlo y plantar su semilla. Lo embarazaría, al carajo, claro que sí. Y lo mordería tanto que no sentiría su cuello en toda una semana mientras lo amarraba con su nudo. Le dolería y le gustaría tanto..., que estaba seguro de que pediría otro más, y otro, y otro. Haría sentir tan bien a su omega que jamás pensaría en dejarlo por otro alfa, porque para entonces su lascivo cuerpo sólo lo recordaría y le pertenecería a él.



—¿Seguirás hasta hacerme un bebé? —susurró el mayor, girando la cabeza contra la almohada y apretando sus labios para ignorar la deliciosa fricción en su agujero. Jodida mierda, estaba lubricando tanto a cada choque de pieles. El sonido era tan vergonzoso y fuerte. La entrada y salida del alfa, y la seriedad con la que este parecía apreciar el movimiento de su propio miembro en el chorreante y enrojecido ano del omega; todo se juntaba para hacer sentir avergonzado al segundo, que nunca había visto a alguien más desnudo de un modo tan íntimo. Le estaba viendo hasta el alma, dios mío, ¡y ni siquiera le decía algo! Parecía increíblemente atento y circunspecto, más preocupado de satisfacerlo y cambiar posturas tan naturalmente que le hacía sentir inexperto y tonto. ¿Cómo podría satisfacerlo bien?, ¿cómo podría sacarle más de un gemido si desconocía los placeres del sexo?



Todo el cuarto estaba pasado a sus feromonas y a su líquido natural, pero también se sentían entremezcladas las fuertes feromonas de dominancia del alfa. Sentía que en cualquier momento perdería la mente o la cordura, si es que no estaba en eso ya. Un alfa dominante lo había observado y había creído que era una excelente presa. Jin se sentía desfallecer con esa información por ratos. Un alfa tan fuerte, apuesto e imponente había decidido que era buena idea separar sus muslos y hundirse en ellos de todas las maneras posibles -habidas y por haber-. Por supuesto que se sentiría feliz, sobre todo su apocado omega.

Cuento de hadas inconcebible { KookJin }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora