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Max observó la entrada del campamento, se veía tan perfecto que le daba la sensación de ser el sitio ideal para una película de terror

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Max observó la entrada del campamento, se veía tan perfecto que le daba la sensación de ser el sitio ideal para una película de terror. Sol, chicos y mucha diversión, pero luego te distraes y ¡Bam! Un loco con un cuchillo comienza a matar a todo el mundo. Suspiró, llevaba ya tres años seguidos asistiendo a ese campamento, pero esa era la primera vez que iba sin Darla.

No era que le molestara la soledad, pero tenía una sensación de vacío al darse cuenta que los pocos momentos que podía disfrutar con su mejor amiga se desvanecían. Sabía que no era un cambio permanente y le alegraba que su ausencia se debiera a que estaba en recuperación y no por otra cosa, pero de todas formas la extrañaba.

—¿Es aquí, señorita? —el taxista se asomó por la ventana, mirando el lugar con escepticismo. Ella estaba usando shorts de mezclilla, una playera blanca y como siempre, su cabello estaba sujeto en dos trenzas. Todo lo que llevaba encima era nuevo, porque su madre se esforzaba en preparar una serie de atuendos específicos para el campamento, pero era obvio que la ropa que podía conseguir no era de la categoría de un sitio cómo ese.

Max notó los autos que llegaban y el guardia pidiendo identificaciones en la entrada. Saltaba a la vista que ella no pertenecía ahí.

—Sí, este es el sitio —respondió, pagando la cuota y colgándose la maleta al hombro, esa que pesaba muchísimo, pero no lo suficiente para hacerla tambalearse.

Caminó hacia el guardia, que la miró de arriba abajo.

—Vengo al campamento cómo asistente —dijo enseguida, entregándole su identificación. El hombre revisó la lista de asistentes y luego la hizo esperar para atender a varias de las personas en la fila de autos, dándoles paso casi enseguida.

—Bienvenida señora Kwon, Bienvenido señor Williamson.

El hombre sonreía a todos con amabilidad, los llamaba por sus apellidos, esperando que todos estuvieran lo suficientemente complacidos cómo para conservar su trabajo y quizás conseguir alguna recomendación para un sitio mejor. Luego se giró hacia ella, le devolvió la identificación, le dio un folleto y la dejó pasar.

Ella no lo miró al entrar. Antes, cuando era un poco más joven, se habría sentido mal por aquel trato, pero en esos momentos le daba igual. Había asistido a escuelas de niños ricos desde que tenía ocho años, cuando se hizo amiga de Darla y la madre de esta comenzó a hacerle favores. Darla no tenía muchos amigos, su carácter era demasiado fuerte para la mayoría de los niños, pero Maxine le cayó bien enseguida.

La madre de Max estaba trabajando como cocinera en ese momento, le pagaban bien, pero no lo suficiente para estudiar en aquel maravilloso internado sin las recomendaciones de los Montgomery o sus brillantes calificaciones. Incluso en ese momento, cuando la mujer gozaba de un mejor sueldo, lo gastaba todo en ella.

Max no podía estar enojada con su madre y tampoco podía despreciar la educación que estaba recibiendo, a esas alturas ya se había acostumbrado a ser la niña becada y estaba en paz con ello. En cuanto aceptó esa parte de sí misma, supo que podría vivir sus días con tranquilidad.

El talento de Miss Darcy (Libro 1 y 2) (GL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora