Letita tuvo pesadillas cada día desde que la botella le explotó en la cara. En sus sueños una mujer cadáver permanecía parada al lado de su cama, mirándola con los ojos tan abiertos que parecía que se saldrían de sus cuencas.
A pesar de que el clima no era especialmente malo, cuando se iba a dormir hacía tanto frío que se le entumecían los pies y amanecía con los dedos agarrotados. No había descansado bien desde entonces.
Al mismo tiempo, Roman tuvo su primera mala noche, en la que sintió unas manos pequeñas subiendo por su pecho hasta llegar a su cuello, se despertó tres veces sintiendo que se le iba la respiración, tosiendo e intentando recuperar el aliento.
Al día siguiente también le dio la sensación de que alguien había estado en su ventana, observándolo desde afuera mientras dormía. Cuando se asomó se dio cuenta que la hierba estaba aplastada y aquello le generó escalofríos.
Sin embargo, al salir a la luz del sol, rodeado de sus compañeros, ambos, Letita y Roman, se olvidaron del asunto y se concentraron en lo que debía importar: subir su nota para las admisiones universitarias.
Paralelamente el resto de sus compañeros comenzaron a notar pequeñas anomalías en los alrededores, la mayoría eran cosas demasiado diminutas como para que les prestaran verdadera atención, pero una vez que estaban todas juntas comenzaban a cambiar el panorama que se vivía en el campamento.
Por ejemplo, Andrea había encontrado algunas huellas de número grande cerca de las cabañas, no pensó demasiado en ello aparte de que uno de sus compañeros debía ser enorme. Había demasiadas personas dando vueltas por ahí como para que un par de pisadas específicas la alertaran, pero lo cierto es que estas no pertenecían a ninguno de los asistentes registrados en el campamento.
En las habitaciones de Harry Thompson y Kentin Jones comenzó a escucharse el eco de risas en la madrugada. Ninguno de ellos permanecía demasiado tiempo despierto después del toque de queda, pero de todas formas despertaban con la sensación rara en los oídos de haber estado escuchando un ruido constante mientras dormían.
Rosie Jones, la hermana de Kentin, también mencionó algo parecido. A media tarde del viernes escuchó la algarabía proveniente de los árboles. Ella sabía que el ruido llegaba del camino que conducía al lago y pensó que algunos chicos seguramente se habían reunido para jugar en la pequeña cancha de volleyball improvisada o para nadar. Ella caminó sin preocuparse demasiado hasta llegar al otro lado de la arboleda, pero lo único que encontró fue un paisaje totalmente desprovisto de personas. El sonido de los insectos, el canto de los pájaros y las balsas chocando contra el muelle le dieron la sensación de ocultar algo detrás de toda aquella tranquilidad. Marcie King y Letita Barnes, quienes la habían visto caminar hacia el lago la siguieron, dándole un buen susto cuando la alcanzaron.
En las cabañas de las chicas Mary Anne Hoffman y Lana Anderson cambiaron las cortinas de sus habitaciones, porque constantemente tenían la sensación de que alguien las miraba por la ventana. Una tarde, mientras estudiaban juntas se dieron cuenta de que ambas estaban pasando por lo mismo, por lo que decidieron tomar cartas en el asunto. Las cortinas nuevas eran mucho más gruesas, además las chicas cerraban la puerta con llave y se quejaron con la administración, que les prometió hacer algo al respecto, aunque en realidad no planeaban mover un dedo. Estaban acostumbrados a las demandas de los alumnos y solían asumir que la mayoría eran pedidos irracionales de niños demasiado consentidos.
ESTÁS LEYENDO
El talento de Miss Darcy (Libro 1 y 2) (GL)
Paranormal(LGBT+) Darcy puede ver fantasmas y hay uno que la acompaña siempre. Annabeth Williams, su abuela, la persigue desde que era una niña y sus apariciones aumentan desde que conoce a Maxine Reed, la alumana más inteligente de la escuela y una pobretona...