(LGBT+) Darcy puede ver fantasmas y hay uno que la acompaña siempre. Annabeth Williams, su abuela, la persigue desde que era una niña y sus apariciones aumentan desde que conoce a Maxine Reed, la alumana más inteligente de la escuela y una pobretona...
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Rowena observó el reloj con expresión angustiada, ya faltaban cinco minutos para que terminara su turno, pero sabía que no podría marcharse enseguida, tenía que esperar a hacer el corte y que su compañero estuviera listo para tomar su lugar, además, todavía tenía una larga fila de personas esperando su turno para que les cobraran. En un mundo ideal debería ser capaz de salir en cuanto dieran las tres, pero sabía que eso solo pasaba en sus sueños.
—Ey, ese es mi lugar —una mujer estaba parada a su lado, observándola, apenas a unos centímetros de su rostro, sus ojos estaban tan abiertos que parecía que iban a salirse de sus orbitas y el cabello lacio le caía sobre la cara, moviéndose cada vez que ella giraba el rostro, intentando encontrar su mirada. Las manos apenas le temblaron al escuchar aquellas palabras.
—¿Puede apurarse? Tengo prisa —El cliente que esperaba en la fila estaba mirando su celular con el ceño fruncido, desde que se acercó a la caja parecía de mal humor y se notaba que pronto iba a explotar contra ella.
—Por supuesto, ya casi termino —No sonrió cuando dijo aquello, enseguida se dio cuenta de que cometió un error, no importaba que tanto se estuviera esforzando, si no sonreía los clientes se lo tomaban a mal, aquel hombre hizo una mueca hacia ella y comenzó a teclear furiosamente en su teléfono.
—Dije que ese es mi lugar —La mujer a su lado se acercó aún más, Rowena podía olerla, apestaba a podrido, tuvo que hacer su mejor esfuerzo para que el malestar no se tradujera a su expresión.
—Acaba de pasar eso dos veces —el hombre golpeo la caja—. ¿Está tratando de robarme? —espetó, inclinándose sobre el escáner como si quisiera hacerlo a un lado para poder saltar sobre ella. Rowena se quedó sin habla, pensando que había cometido un error estúpido.
Bajo la vista hacia los productos, acababa de pasar un yogurt, miro lo que faltaba por pasar y había tres más.
—Es el mismo código —explicó, la voz le tembló al hablar—. Estoy pasando este en lugar de ir uno por uno, así es más rápido —inquirió, encogiéndose en su sitio.
—¿Segura? —el hombre la miro fijamente, como si estuviera buscando una señal para soltarse a gritar.
—Puede hacer la cuenta —explicó—. Cuando salga el ticket revise cuantos productos le cobré y cuanto costaban —aquello era algo tan básico para cualquiera que hubiese trabajado en caja que a veces era raro tener que explicarlo, sin embargo, entendía que las circunstancias de cada persona eran distintas, ella nunca tuvo que hacer esa clase de compras hasta después de los veinte.
—Bien, más te vale que no haya nada equivocado cuando salga ese ticket o llamare a tu supervisor —dijo. Rowena asintió con una sonrisa forzada, podría haber sido peor.
—Oye perra, ese es mi lugar —La mujer a su lado comenzó a impacientarse, siempre se ponía mal cuando estaban a punto de dar las tres, a veces golpeaba la caja y esta se abría sola, los clientes se ponían de mal humor, en la caja cinco siempre había problemas, para su mala suerte, su jefe pensaba que era culpa de ella.