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La cena se servía a las ocho, porque las clases terminaban a las seis y después todavía tenían tiempo para seguir estudiando, para eso era el bendito campamento después de todo

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La cena se servía a las ocho, porque las clases terminaban a las seis y después todavía tenían tiempo para seguir estudiando, para eso era el bendito campamento después de todo. Darcy suspiró observando la cafetería junto a sus compañeros.

—No veo a Max —fue lo primero que dijo.

—No creo que venga pronto, ella a veces se pierde la cena porque utiliza todas las horas que puede en la biblioteca antes de ir a dormir —explicó Tiffany, encogiéndose de hombros.

—Ya veo... —Darcy se quedó pensativa un instante—. Iré a hablar con ella, vuelvo en un minuto —anunció, dándose media vuelta para buscar a la chica. Sus amigos no dijeron nada, sólo la vieron marcharse.

La noche en Sunset Valley era muy diferente a la noche en Saint Rudolph, había una ligereza relajante al caminar por los pasillos, era una sensación de tranquilidad muy poco frecuente a lo largo de su vida, esa que gritaba "este edificio es inofensivo, no tienes que preocuparte de nada". Cuando se asomó a la biblioteca estaba sonriendo, pero de inmediato esa sonrisa desapareció.

Max estaba sentada, ocupando una mesa con todos sus libros y apuntes. Ofrecía una imagen muy parecida la de aquella vez, cuando hablaron en la biblioteca de la escuela.

A su lado, Roman estaba sentado sobre la mesa, se notaba que había empujado una de las pilas de libros para poder hacerlo. El tipo tenía una sonrisa en los labios, había vuelto a ser amable, pero su mano descansaba sobre la libreta de Max, impidiéndole continuar con sus estudios.

—¿Max? —preguntó, la chica levantó el rostro y dejó ver un cierto alivio al verla—. Es hora de cenar —agregó y Maxine se puso en pie enseguida.

—Claro, ya voy —sin hacer ningún otro comentario comenzó a levantar sus cosas. Darcy se adelantó para ayudarla, apilandole los cuadernos, tardó un momento antes de arrebatarle a Roman el que tenía secuestrado. Ella no se perdió la mirada que el muchacho le dio, ni la resistencia que puso al principio, antes de darse cuenta que era mejor ser amable. Darcy no se dejó amedrentar, podía parecer una chica flacucha, pero él no la intimidaba, ni siquiera era más alto que ella. No muchos chicos eran más altos que Darcy.

Al final Roman soltó un resoplido y se marchó. Cuando pasó a su lado, todavía pudo notar el aura oscura sobre su cabeza.

—Hombres —dijo Darcy, con una sonrisa en los labios.

—Se creen dueños del mundo —agregó Max, negando con la cabeza.

—¿Has conocido alguno que no sea jodidamente irritante? —pregunto, entregándome los cuadernos. El bolso de Maxine era enorme.

—Aaron me cae bastante bien —dijo ella, recogiendo sus lápices y post-its de la mesa.

—Aaron, no es un hombre, sólo es un niño —agregó la chica. Ambas sonrieron y Darcy le ayudó a cargar los libros que ya no cabían en el bolso.

El talento de Miss Darcy (Libro 1 y 2) (GL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora