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Esta historia es cruda. Muestra una realidad cruel y áspera.
No esperes un cuento en donde dos chicos se enamoran y viven felices, no siempre acaba todo en color de rosas.
Kaeya tiene un secreto...
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La casa estaba en completa paz, una muy relajante y extraña paz para el señor Crepus, dueño del viñedo. Adelinde estaba a su lado, haciéndole algo de compañía mientras sus dos angelitos "jugaban" en el patio trasero. Así es, "jugaban", ya que, lo que hacían aquellos para nada angelitos, era idear un plan para entrar al despacho del pelirrojo mayor y robarle una muy llamativa carta.
—¿Entonces?
—No lo sé, Kaeya, papá se enojará.
Ambos niños estaban sentados en el césped de la parte trasera de su hogar, rodeando un gran papel que habían dejado en su centro, aquel papel era un no muy bien elaborado plano de su casa. En forma de cuadrado se encontraban marcados lugares como las habitaciones, la cocina, la habitación de Adelinde, etc. Sin embargo, lo que les interesaba a los niños era el despacho de aquel hombre, despacho que estaba marcado con un gran círculo rojo y, fuera de ese círculo, estaban dos rocas, una más grande que la otra.
—Vamos, Diluc, no es tan complicado. —El moreno aprovecha la situación y se adueña de la roca más grande—. Yo estaré detrás de la puerta del señor Crepus, mientras que tú. —Coloca su roca en una parte de la línea roja, donde estaría aparentemente la puerta del despacho, al dejar la suya, toma la otra roca más pequeña y la coloca a un extremo, casi al final del pasillo—; Le vas a gritar "¡papi, ayúdame, necesito tu ayuda!" —imitó una voz bastante aguda, poniendo de mal humor a su hermanastro.
—¡Oye! ¡Mi voz no es tan aguda! —Hizo un pequeño puchero mientras el moreno le sacaba la lengua, haciéndole burla.
—Bueno, bueno. —Con ambas manos, tomó ambas rocas para volver a explicarle al pelirrojo su muy detallado plan—. El señor Crepus irá corriendo hacia ti, y en ese momento, mientras tú lo distraes con cualquier cosa, entro y leo la carta. —La roca más grande ahora se encontraba dentro del despacho, mientras que la más pequeña seguía al final del pasillo—. ¿Entiendes?
—Estoy confundido. —El moreno suelta ambas rocas y toma su cabeza algo frustrado por tener que explicarle todo al pelirrojo, el cual, solamente volvió a hablar—. Nos olvidamos de un detalle. —Mira alrededor suyo, hasta encontrar una pequeña rosa con espinas, con mucho cuidado, se levanta del césped y se aproxima a la rosa, tomándola con ambas manos y quitándola de su lugar, cortando sus raíces y logrando lastimarse un poco. Al volver, el moreno quiso preguntar lo que hizo, pero el de tez blanquecina se apresuró para hablar—. Adelinde. —Dejó la rosa al lado de la roca de kaeya, estando a la par en el centro del círculo rojo.
—Tienes razón. —El menor comienza a morderse las uñas, algo inquieto—. Adelinde no caerá tan fácil ante nuestros engaños.
—Necesitamos pensar más a detalle todo, si Adelinde nos descubre, estaremos acabados.