Capítulo XVIII

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Capítulo XVIII

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Capítulo XVIII

─ Quiero verlo─ exigió Natasha entrando intempestivamente a la oficina de la directora. Amanda alzó la vista desde los documentos que estaba revisando y le dirigió una sonrisa cansada a la espía.

─ Romanoff, ya habíamos hablado de esto. No se verá bien si visitas tanto a Steve... tenemos que hacer creer a Douglas que por fin te has convencido de la culpabilidad de su hermano. Sólo así te dejará acercarte a él sin sospechar─ le recordó y Natasha se dejó caer en la silla frente a ella, bufando frustrada.

─ Debe haber otro modo. No puedo soportar la idea de que Steve siga ahí, encerrado como un animal cuando es inocente...─ gruñó entre dientes, más para si misma que para la mujer frente a ella.

Amanda respiró una risilla y apoyó el rostro en la mano, dirigiéndole una sonrisilla soñadora.

─ Te has vuelto blanda, Romanoff. Jamás creí ver esto... la gran Viuda Negra, el terror de la agencia, la grandiosa femme fatal, la dama de hierro... enamorada─ Natasha le dirigió una mala mirada de inmediato.

─ Tampoco creí ver a nuestra laureada y respetada directora convertida en la zorra de un asesino─ espetó entre dientes, esperando borrar aquella sonrisa de su rostro. Sin embargo, ésta no hizo más que crecer con su exabrupto.

─ Touché─ fue toda su respuesta mientras se alzaba de hombros y suspiraba, falsamente afectada─ Si te doy autorización para que veas a tu precioso muñeco, ¿dejarás de ser un grano en mi culo?

─ Lo intentaré─ contestó la espía, poniéndose de pie y acercándose a ella con la mano extendida.

Amanda tecleó algo en la pantalla sobre su escritorio y luego cogió la tarjeta que se imprimió en una máquina bajo éste para extendérsela a la espía.

─ Considera esta tu despedida del pequeño Steve. Si vuelves a ir, mandarás nuestros planes al carajo y jamás podrás sacarlo de esa cárcel. No vivo, al menos─ le recordó y Natasha asintió, cogiendo la tarjeta que le extendían con rapidez.

─ Quiero que sepas que aún no confío en ti, Amanda─ le dijo, mirándola fijamente. Amanda se limitó a sonreír.

─ Yo tampoco en ti, Natasha─ fue su concisa respuesta. Su mirada siguió puesta en la puerta por unos minutos, luego de que la espía se fuera. Suspiró pesado y luego se levantó para ir a ultimar los detalles finales del nombramiento del nuevo y radiante Capitán América.

Natasha llegó a las instalaciones de la prisión donde mantenían a Steve con el corazón pesado y la seguridad de que ésa sería la última vez que lo vería, al menos por un largo tiempo. El pulso le latía en los oídos y los nervios habían hecho presa de su estómago, doblándolo en un apretado nudo... ¿cómo iba a decirle que pronto la vería acompañando a su hermano? ¿cómo explicarle que tendría que fingir amar al hombre que lo había traicionado, que había asesinado a su padre y que lo había encerrado en aquel infierno? Luego de cachearla y revisar su autorización la dejaron pasar y un guardia le abrió la puerta que llevaban a las celdas, sosteniéndole la mirada por un momento. Natasha vio el nerviosismo en sus ojos rasgados, pero, fingió no notarlo.

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