Capítulo XXI
El sonido del agua de la ducha era lo único que se escuchaba en el cuarto. Steve posó ambas manos en los azulejos del baño, pensando en cuanto tiempo había pasado antes de volver a sentir el agua tibia recorriendo su piel. Acababa de salir de su infierno personal y ahora estaba en una especie de limbo en el que no tenía muy claro lo que pasaría con él o qué le deparaba el futuro. Ya no tenía familia. Su padre había sido asesinado y su hermano lo inculpó, arrastrándolo a la miseria más honda que hubiese conocido jamás. Sus padres biológicos llevaban años muertos... estaba completamente solo en el mundo. Solo, a excepción de una persona: Natasha. La pelirroja entró al baño y le dejó ropa limpia y seca sobre la tapa del excusado sin decir una palabra. Él tampoco se giró a verla. Simplemente esperó y pronto sintió sus manos en su espalda, tocándolo tentativamente.
Aún era todo un poco incómodo entre ellos. Era más el tiempo que habían estado separados que el que habían compartido y, más aún, el tiempo que pasaron juntos fueron sólo momentos robados y clandestinos de una relación que, en teoría, nunca debió ser. Pero, el ardor que sentía en el pecho cada vez que la veía era innegable. El peso en la boca del estómago, las manos sudorosas, el corazón acelerado, la boca seca. Los nervios. La comezón bajo la piel cada vez que ella lo tocaba. La plenitud. Todo eso no podía ser falso. Todo eso, no podía ser algo malo. Era bueno. Lo mejor de su vida, lo más puro, lo más perfecto. Sintió su figura apegándose a la suya y acarició las manos que se enredaron sobre su abdomen, delineando delicadamente la forma de sus dedos.
Natasha apoyó la frente sobre la piel mojada de su espalda y suspiró bajito, esperando que él no la escuchara. Estaba tan feliz de saberlo nuevamente a salvo, de poder tocarlo y sentirlo, y hablar con él y acompañarlo en medio de toda aquella pesadilla que se había desatado sobre ellos y que no parecía tener fin. Pero, pese a su felicidad, notaba los pequeños cambios: su cuerpo era diferente, había perdido mucho peso y parte de su musculatura y tenía profundas manchas oscuras bajo los ojos. Su mirada era diferente. Una de las cosas que había llamado su atención y que le provocó una oleada de ternura cuando lo conoció fue el brillo inocente de su mirada. No era un niño, claramente, pero, había algo ahí, una chispa que hablaba inocencia y de pureza y de alegría... y esa chispa, la chispa que la enamoró, se había apagado. Y, estaba segura de que jamás regresaría.
La mujer se apartó apenas de él y cogió una esponja, empapándola de jabón antes de deslizarla por su toda su espalda y sus hombros, ayudándolo a arrastrar la suciedad que se había pegado a su piel durante su tiempo en cautiverio. Steve recargó la cabeza contra los azulejos y la dejó hacer en silencio, pensando en que debería sentirse humillado o avergonzado frente a ella, pero, simplemente, no podía sentirlo. No cuando su pecho se sentía arder ante aquella muestra de silenciosa devoción. Por un momento, se olvidó de sus circunstancias, de todo lo que había pasado hasta ese momento y se dedicó simplemente a sentir. A disfrutar... y es que, después de todo, tenía mucho por lo que agradecer: estaba libre y, a diferencia de muchos otros, tenía una segunda oportunidad.
Pasaron largo rato bajo el agua antes de que él se girara y la enfrentara. Alzó una mano para apartar un mechón húmedo de su frente y luego se inclinó para besarla, sin mediar una palabra. En el momento en el que sus labios se encontraron de nuevo, la incomodidad pasó a un segundo plano. ¿Qué importaba si era poco el tiempo que habían pasado juntos? ¿Qué importaba si eran unos meses, un día o toda la vida? ¿Qué importaba cuando el mismo fuego les quemaba las entrañas y los unió desde el comienzo con un hilo invisible, con un destino inevitable? Salieron de la ducha a trompicones, dejando un reguero de agua y ropa mojada a su paso, sin importarles el desorden ni el frío contrastante de la habitación con la tibieza del baño. Cayeron enredados sobre la cama, mojando todo a su alrededor, sin que les interesase en lo más mínimo. Lo único que interesaba era la piel del otro, el sabor de los besos, los suspiros y jadeos y gemidos y las caricias en el alma, el bálsamo que era estar de nuevo el uno en los brazos del otro.
El deseo había tenido tiempo para madurar y la timidez e incomodidad del principio de su relación había quedado bastante atrás. Steve la sostuvo con fuerza de las caderas mientras se hundía en ella, reclamando lo que era suyo y marcándola por dentro y por fuera con sus besos. Se movieron al unísono, sin dilaciones, simplemente, dedicándose a sentir y a probarse de diferentes maneras. La imaginación daba para mucho y el deseo reprimido por tanto tiempo los empujaba a buscarse sin descansar, en una espiral de deseo y amor que los dejó sudorosos y agotados, pero, que los alentaba a seguir buscando más y más, ignorando sus límites y sus inhibiciones.
El tiempo se detuvo para ambos, la pesadilla quedó afuera de aquel cuarto de hotel barato en el que sólo eran dos amantes y nada se interponía entre ellos. Los segundos y los minutos y las horas se arrastraron una tras la otra mientras la pareja seguía perdida en el mapa del cuerpo del otro. Había sido demasiado tiempo alejados el uno del otro y ahora ya no había nada que se interpusiera entre ellos. Eran libres. Bucky se había ido, pero, les había dejado un regalo que no pensaban desperdiciar: la libertad. Pero, esa libertad dependía de sus siguientes movimientos; era no sólo una bendición, sino que también una misión. Estaban juntos. Y la misión la enfrentarían juntos. Cerca del amanecer, Steve recostó la espalda contra la cabecera de la cama y Natasha se acomodó entre sus piernas, apoyándose en su pecho mientras miraban distraídamente la televisión frente a ellos. A esas horas, todo lo que transmitían los canales eran programas de televenta, pero, el ruido de fondo apagaba sus pensamientos, ahora que la ola del deseo había pasado.
De pronto comenzaron los noticieros y el rostro sonriente de Doug llenó la pantalla mientras saludaba al público desde un escenario. Steve se tensó y Natasha lo notó, girándose hacia él de inmediato. Sus ojos habían vuelto a cubrirse por una sombra, pero, esta vez, no era de tristeza. Era algo más hondo y profundo, algo que le rompió el corazón. La pelirroja se llenó de rabia y volvió a mirar la televisión con los ojos llenos de veneno.
─ Voy a matarlo─ dijo de pronto, en un tono de voz carente de emociones.
─ No─ dijo Steve, rodeándola con los brazos y dejando un beso detrás de su oreja, reviviendo ─ Matarlo sería demasiado fácil... demasiado rápido. Conozco a Douglas y sé que hay otras cosas que le dolerán más que simplemente morir.
─ Suenas muy seguro de lo que quieres hacer...
─ Tuve mucho tiempo para pensarlo─ respondió con un suspiro, mirando a su gemelo sonriente y realizado. Era extraño verlo en la pantalla, tan igual a sí mismo, como si estuviese viendo a su reflejo moverse por sí mismo─ Douglas siempre se sintió en las sombras, obligado a vivir para mí, para cuidar de mí, para complacer al resto. Se obsesionó con la idea de que a nadie le importaría su existencia de no ser por mí y por eso quiso sacarme del camino, del modo que fuera. Cree que merece más que yo, que es mejor que yo... superior en todos los sentidos.
─ Pero, no lo es... ─ afirmó Natasha, cogiendo su mano y apretándola con fuerza, intentando darle seguridad.
─ No lo sé. Somos diferentes, pese a que somos iguales. No me siento inferior a él... tampoco superior. Simplemente he dejado de pensar en él como una extensión de mi mismo y ahora puedo verlo como lo que realmente es: el animal que mató a mi padre.
─ Y aun así, no quieres matarlo... ¿no quieres venganza? ¿no quieres justicia para Bucky? ─ preguntó la pelirroja, confundida. El hombre que tenía frente a ella no era el mismo Steve al que había sacado de la prisión un día antes.
─ Claro que la quiero. Y la tendré... ─ afirmó, dejando un beso en su sien.
─ ¿Qué tienes en mente? ─ Steve sólo sonrió.
─ Ya lo verás.
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The Ugly Truth
Fanfiction"Después del amor, lo más dulce es el odio". Henry Longfellow Esta no es una historia bonita. La verdad, la dura y pura verdad, es odiosa y duele, quema por dentro... por eso todo mundo se esfuerza en esconderla, en enmascararla, en adornarla y dis...