Capítulo XIX

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Capítulo XIX

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Capítulo XIX

─ No puedo más...─ jadeó Steve, apoyándose en sus rodillas para recuperar el aliento. Bucky, frente a él, cruzó los brazos sobre el pecho y ladeó una sonrisa en sus labios.

─ ¿Eso es todo lo que puedes darme, Steve? Creí que querías ingresar a West Point con tu hermano, ¿o me equivoco? ─ preguntó, mirándolo desde arriba con una expresión tranquila en el rostro.

─ Papá, de verdad no puedo más...─ murmuró el muchacho, sosteniéndose el costado mientras se erguía lentamente, esperando detener el temblor de sus piernas.

─ ¿No? ¿Estás seguro de eso, Steve? No te he criado para que seas una persona que abandona sus sueños, hijo... ¿seguro que no puedes darme cinco vueltas más?

─ Yo no soy como Doug, pá. Él es... es mucho más fuerte que yo─ admitió, bajando la mirada para no ver la decepción en los ojos de su padre.

Douglas siempre fue más fuerte que él, más alto que él, más saludable que él, pese a que eran gemelos. Siempre fue el mejor en la escuela, al que las niñas admiraban, en el que su madre confiaba, el maduro, el responsable y él... él sólo sabía dar problemas a los demás. Él era el que se metía en problemas, al que le costaba sacar buenas calificaciones, el que tenía que esforzarse para ser notado, siempre a la sombra de su hermano mayor. El capitán se acercó al menor de sus hijos y posó sus manos sobre sus hombros cariñosamente.

─ Mírame, hijo─ pidió con voz amable, sonriéndole cuando los ojos azules y brillantes del chiquillo se posaron en los suyos─ No quiero que te compares con tu hermano. Douglas tiene sus fortalezas y tú tienes las tuyas. No importa que sean gemelos, son personas diferentes y no hay necesidad de que intentes alcanzarlo o que te esfuerces por ser mejor que él. Sólo sé tú mismo... yo te amo por lo que eres, no por cuán parecido eres a tu hermano. Ahora, respira unos momentos... respira, Steve...─ el chico asintió y respiró despacio, sintiendo como su pulso se calmaba y la puntada en su costado remitía lentamente─ ¿Te sientes mejor?

─ Sí, mucho mejor─ Bucky sonrió y le pasó un brazo por los hombros, abrazándolo cariñosamente.

─ Eres un buen chico─ le dijo, dándole un breve beso en la sien antes de apartarse nuevamente y poner las manos en sus caderas─ Muy bien, ahora que estás mejor, dame cinco vueltas más.

─ ¿Estás seguro, pá? ─ preguntó el muchacho, temeroso de caer nuevamente, temeroso del dolor, temeroso del desafío.

─ Muy seguro... sé que sueñas alto, hijo, que aspiras a mucho y que eres mucho más fuerte de lo que tu madre, tu hermano o yo creíamos en un momento. Dime, ¿acaso vas a dejarte ganar, Steve? ¿Vas a dejar que Doug se salga con la suya? ¿O vas a pelear como el hombre valiente que sé que eres? ─ le preguntó, retándolo con la mirada.

─ Voy a pelear...─ respondió, estirando las piernas un par de segundos antes de echar a correr nuevamente alrededor de la pista de atletismo donde su padre solía entrenarlos varias veces a la semana desde que anunciaran su decisión de ingresar a la academia militar.

─ ¡Eso es, Steve! ¡Vamos, hijo! ─ le gritaba desde las gradas, aplaudiéndolo cada vez que completaba una nueva vuelta─ Recuerda respirar, Steve... sólo respira...

El Steve adulto abrió los ojos para encontrarse nuevamente con el techo liso y blanco de su celda. Tenía frío, pero, eso no era ninguna novedad. Llevaba sintiéndolo desde el día en el que perdió a su padre y lo lanzaron a esa celda como si fuera un animal. Respiró lentamente tal como la voz de su padre en su mente se lo pedía una vez más. "Respira, Steve... sé que puedes hacerlo", decía su voz cálida y Steve obedeció, cerrando los ojos y respirando muy lento, dejando que su cuerpo se relajara y su mente se tranquilizara. Desde hacía semanas que el ruido en su cerebro no lo dejaba pensar. Vivía acosado día y noche por el peso de la culpa, por la rabia, por la sensación de injusticia, de impotencia, de debilidad.

Nunca, en toda su vida se había sentido tan débil como en esos momentos, tan inútil, tan acabado. Pero, la voz de Bucky en su cerebro seguía repitiéndole que no se rindiera, que respirara... que peleara. Natasha estaba ahí fuera, peleando por él, luchando por liberarlo y él, mientras tanto, ¿qué hacía? ¿mirar al techo como un demente, esperando a que los demás solucionaran sus problemas? No, ya no más. Estaba harto. Harto de agachar la cabeza y aceptar la situación como si realmente él fuera el jodido culpable. Pero, ¡no lo era! No era el culpable y ya estaba cansado de fingir que aquello no le estaba pasando a él. Había perdido a su padre y sufrido la peor de las traiciones por parte de su hermano, pero, iba a demostrarle que no podría con él. Aún tenía mucho por lo que pelear, aún no estaba muerto y eso significaba que podía seguir peleando. Natasha estaba ahí fuera esperándolo y él debía probar ser digno. Digno de ella. Digno heredero de su padre. Digno hijo del Capitán América.

Y Douglas... Douglas pagaría muy caro.

Un par de horas más tarde, la puerta de su celda se abrió y entró el guardia con la charola de su comida. Steve permaneció sentado sobre la cama, como siempre, con la mirada perdida en la pared, como si no hubiese notado la presencia del hombre. Disimuladamente, sus ojos siguieron cada uno de sus movimientos y notó lo confiado que estaba, lo tranquilo que se veía en su presencia, seguro de que él no constituía ninguna amenaza. Por eso, no lo vio venir. En cuanto le dio la espalda para regresar hacia la puerta, Steve saltó sobre él, rodeándole el cuello con sus brazos en una apretada llave. De un salto, logró envolver sus piernas alrededor de su cintura y presionar sus pantorrillas contra su ingle, arrastrándolo con él hacia atrás. Lo hizo retroceder varios pasos y ambos cayeron sobre el catre con un ruido sordo.

Steve sabía que no tenía mucho tiempo. El ruido de la pelea seguramente atraería al resto de los guardias, por lo que debía silenciarlo rápidamente y robarle las tarjetas de acceso antes de que se dieran cuenta de lo que pasaba. El guardia posó sus manos en los antebrazos de Steve, intentando soltarse con todas sus fuerzas.

─ ¡S-Stev-Steve... d-dete-nte! ─ pidió en un jadeo─ ¡So...soy yo, soy Dav-vid! ─ exclamó entre dientes, esperando que nadie se hubiera dado cuenta aún de lo que pasaba─ Natasha... Natasha me envió a-a ayud...arte─ intentó explicar y Steve lo soltó lentamente, incrédulo.

─ ¿David? ─ preguntó, apartándose de él para mirarlo con más atención. Hasta ese momento, ni siquiera se había dado cuenta de que su antiguo compañero era el guardia que le llevaba las comidas.

─ Sí...soy yo...─ jadeó el asiático, sobando su cuello adolorido y tosiendo ligeramente para recuperar el aliento─ Dios, aún tienes fuerza, idiota, creí que ibas a matarme...

─ Era mi intención─ admitió el rubio, serio. Choi rompió la tensión soltando una carcajada baja que contagió a Steve y lo hizo sonreír─ Bien, no has perdido el toque, Rogers. Estuviste a punto de lograrlo... pero, gracias al cielo no fue así─ suspiró, poniéndose de pie─ Voy a sacarte de aquí. Mejor dicho, vamos a sacarte de aquí.

En ese momento, el ruido de un golpe seco se escuchó se escuchó en el pasillo y Steve se puso en guardia, esperando ver entrar a sus custodios cuando la puerta se abrió. Pero, no. La que entró en cambio, fue Natasha Romanoff enfundada en su tan famoso catsuit de Viuda Negra.

─ El camino está despejado, caballeros─ anunció, sonriente.

─ ¡Nat! ─ exclamó Steve, corriendo hacia ella para abrazarla con fuerza. La mujer quedó sin palabras unos segundos, sorprendida de ver el cambio en la actitud de Steve. Allí estaba de nuevo el brillo en sus ojos, su sonrisa, la fuerza de su abrazo, la urgencia en su toque.

─ Dios mío, Steve...─ murmuró, aferrándose también a él, feliz como hacía mucho no lo estaba.

─ Tu novio estuvo a punto de estrangularme─ le informó David, pasando por su lado y mirando a ambos lados del pasillo para comprobar que todos los guardias estuvieran fuera de combate─ Tenemos que movernos antes de que alguien se de cuenta de lo que pasó.

─ Vamos...─ le dijo Natasha, soltándolo para extenderle un revólver─ Tenemos mucho que hacer, cariño. 

The Ugly TruthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora