Capítulo XXII

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Capítulo XXII

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Capítulo XXII

─ ¿A qué te refieres con qué escapó? ─ preguntó Douglas, poniéndose de pie y apoyando las manos en el escritorio de Amanda con aire amenazante. En ocasiones anteriores, la directora habría retrocedido espantada, pero, esta vez, se mantuvo firme en su lugar, mirándolo con aire tranquilo.

─ Lo que oíste, Douglas. Natasha Romanoff y uno de los guardias lo sacaron de la prisión─ replicó con la misma mirada aplomada y serena de antes, presionando un botón sobre el tablero del escritorio para que las imágenes de las cámaras de seguridad se proyectaran sobre la pantalla que acababa de aparecer en la pared frente a su escritorio.

Amanda no pudo evitar la sensación de déjà vu que la invadió al ver las imágenes reproduciéndose en la pantalla. Apenas unos meses atrás había estado otra persona en su oficina, una tan desesperada como el hombre que tenía frente a ella, que también había contemplado atónita la reproducción. Douglas, con la mirada desorbitada, seguía los movimientos de la espía mientras ésta desarmaba y dejaba fuera de combate a aquellos guardias inútiles. El guardia asiático, el que lo había recibido el día de su visita también estaba ahí, con ella y la ayudó a sacar a su estúpido hermano de la celda. De pronto, se sintió tan estúpido... era claro que ella haría todo lo posible por sacarlo, especialmente luego de lo que le hizo aquel día en los vestidores.

─ ¿Cómo pudiste permitir que esto pasara? ─ exclamó, girándose hacia la mujer─ ¡Esto es tu culpa! ¡Eres una zorra inútil! ─ gritó, arrojándose sobre ella.

Sin embargo, Amanda fue más rápida. Con la velocidad de un rayo, extrajo el arma escondida en su escritorio y antes de que él pudiera ponerle una mano encima, tenía el cañón del arma contra su frente, justo entre sus ojos. Douglas se detuvo, sorprendido. Hasta ese momento, Amanda nunca le había hecho frente; mostrándose siempre dócil y maleable en sus manos, como si se tratara de arcilla. Había sido fácil seducirla, al comienzo. Era una mujer acostumbrada al poder y a ser obedecida, pero, se sentía vacía, sola, en medio de la cima. Reconocer su soledad le permitió invadir su intimidad y de ahí, descubrir sus más secretos deseos fue sólo un paso. Douglas sabía ser encantador como nadie y gracias a su carisma logró desarmar sus defensas en unas pocas semanas... fue así como comprendió que dentro de aquella mujer peleaban dos naturalezas.

Por un lado, deseaba el poder. La excitaba saberse por sobre los demás, saber que era mejor que todo el mundo, que los demás estaban bajo sus pies... y quería más. Más poder, más influencia, más... quería mucho más. Por otro lado, uno más escondido y más recóndito de su mente, quería ser sometida. No tener a nadie que le hiciera frente era aburrido y anhelaba la sensación de tener a alguien por sobre ella, alguien que la desafiara y la enfrentara, alguien que la humillara y la controlara. Esa parte masoquista de su mente fue la que le abrió las puertas a Doug para que lograra conquistarla y luego manipularla hasta que ella terminó obedeciéndole ciegamente y finalmente, temiéndole. Pero, al parecer, algo había cambiado. Un gruñido de frustración escapó de sus labios y se apartó lentamente, sin despegar sus ojos de los de la mujer.

The Ugly TruthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora