Capítulo XXIV

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Capítulo XXIV

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Capítulo XXIV

Debo reconocer que estoy sorprendida, Amanda─ dijo Natasha apareciendo de entre las sombras de la oficina para tomar asiento frente a la directora. La mayor sólo sonrió y siguió acomodando los documentos de su escritorio, consciente de que muy pronto lo dejaría─ Nunca pensé que cumplirías con tu palabra...

─ Dios, me ofendes, Romanoff. ¿De veras creíste que te traicionaría? ─ preguntó, alzando una ceja, pero sin perder la sonrisa de antes.

─ No sería la primera vez. Traicionaste a Douglas, ¿por qué no me traicionarías a mí? Conmigo no te acostabas...─ replicó, arrancándole una pequeña carcajada.

─ ¿A cuántos magnates rusos asesinaste luego de que te acostaste con ellos? ¿A cuántos instructores de la Red Room? Pasaste por todos ellos, ¿no fue así? ─ la sonrisa de Natasha desapareció y su mirada se oscureció visiblemente.

─Ellos me hicieron daño...─ fue su respuesta y Amanda asintió, mirándola fijamente.

─ Él también a mí─ ambas mujeres guardaron silencio por unos momentos, perdidas en sus propios pensamientos. Finalmente Natasha se puso de pie y la enfrentó con tranquilidad, como si nada hubiera pasado antes.

─ De todos modos, has hecho un buen trabajo. Hasta ahora nadie se ha acercado a nosotros, ni nos ha descubierto. Steve está mucho mejor también... pronto todo estará listo─ le informó y la morena asintió, acomodándose un mechón de cabello negro y liso detrás de la oreja.

─ Ese chico es listo, debí haberlo visto antes, podría haber sacado mucho provecho de él, la verdad─ reconoció, acomodando los documentos dentro de una caja de cartón─ ¿Cómo se le ocurrió todo eso de los carteles? ¡Y la gigantografía! Debiste ver la cara de Douglas cuando vio la gigantografía colgando del monumento a Washington...─ rio, complacida. Aquel había sido un golpe maestro. La tela con la imagen de James Barnes en ella y la leyenda: "El único y verdadero Capitán América" había sido un golpe bajo para Douglas. Aún la hacía reír el recuerdo de la rabieta que había montado en su oficina, exigiendo respuestas, como si no supiera de que nadie movía un dedo en esa ciudad sin que ella supiera... Si Douglas hubiera sido un poco más listo, habría entendido de inmediato que era ella la que les permitía a la espía y a su hermano que pulularan por la ciudad como ladrones en la noche pegando su publicidad impunemente. Natasha, sin embargo, sólo sonrió de medio lado, sin poder contagiarse de su buen humor.

─ Tuvo mucho tiempo para pensarlo durante todo el tiempo que ustedes lo tuvieron encerrado por un crimen que no cometió─ respondió, obteniendo un bufido irritado de la mayor.

─ Sí, sí, lo siento mucho... cuando lo vea se lo diré y me arrojaré a sus pies a pedirle perdón─ ironizó, cogiendo la caja en sus brazos─ Deja de ser tan dramática, Natasha. No es bueno para ti.

─ Tampoco es bueno para ti ser una perra sin corazón. Te arrugarás antes de tiempo─ le dijo, abriendo la puerta para que ella saliera.

─ Gracias por el consejo, querida, lo tomaré. Pero, recuerda que fui yo la que permitió que tu príncipe azul escapara para obtener su venganza, así que... supongo que sí, que sí tengo un corazón. Ahora, regresa a tu nidito de amor con tu muñeco. Te avisaré cuando todo esté listo─ le dijo, saliendo de la oficina dejando a la pelirroja a solas.

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