El macho alfa

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Estaba durmiendo cuando oí a Max llegar a casa. Algo torpe y ruidoso. Otra vez venía bebido. Demasiado diría. Salí de la cama sin despertar a Marcos. Al final, se había dignado a subir a la cama. Aunque se tumbó de espaldas a mi. Lo sé porque me desperté al notarle. Y juro que esperé un rato a ver si me abrazaba o me pedía perdón o yo que sé que esperaba, pero cualquier cosa menos que me ignorara. Fui en busca de Max, me lo encontré intentando subir las escaleras torpemente.

— No me gusta que bebas tanto— le dije flojito.

— Lo siento— me dijo. Estaba enfadada pero a fin y al cabo era un adolescente que solo estaba conociendo su mundo. Yo había hecho lo mismo cuando salía de fiesta tras conocer a Marcos. Aunque por suerte solía quedarme a dormir en su casa y mis padres nunca me pillaron borracha.

Lo ayudé a subir a su habitación. Lo tumbé en la cama y le quité los zapatos. Luego fui al baño y mojé una toalla con agua fría. Cuando llegué a su habitación de nuevo se había quitado la ropa y metido en la cama.

— Me encuentro mal— me dijo.

— Lo sé. Tú te lo has buscado— Le pasé la toalla por la cara, los brazos y el cuello. Él cerró los ojos.— Mañana hablaremos Max. Esto no puede seguir así. Dos noches seguidas. Debes aprender a controlarte.

— Mañana mamá. Todo me da vueltas.— Dejé la toalla en la mesita y me fui cerrando la puerta despacio.

Max tenía 17 años y llevaba algunos fines de semana llegando así a casa. Por no hablar que desde hacía un año fumaba. Sabía que era algo de la juventud, su padre a su edad también fumaba, yo incluso lo probé. Marcos lo dejó en cuanto quedé embarazada de Adam. Pero no me gustaba el rumbo que iba cogiendo su vida. Marcos había estado tan ausente que no se había percatado de la historia, quizá era el momento de contárselo, seguro que él le ponía firme. A fin de cuentas Max respetaba mucho más a su padre que a mí.

Cuando volví a la cama Marcos se despertó al sentirme. Me abrazo y se acurrucó junto a mí y enseguida volvió a dormirse. A mí me costó casi una hora volver a conciliar el sueño. Nunca había entendido como podía enfadarse y desenfadarse tan deprisa, cómo podía hablarme así de mal y al rato besarme como si nada. Cuando se lo decía él siempre me contaba que es que no era rencoroso y que además me quería, pero como nunca habíamos arreglado una discusión yo sentía que había pasado los últimos años acumulando todo ese resentimiento.

Me despertó él tocando mi cuerpo. Me desperté excitada, caliente y ansiosa. Estaba húmeda y en cuanto solté el primer gemido, él que aun no me había tocado más que por encima de las braguitas me dio los buenos días y metió la mano por debajo de mis braguitas.

— Preparada para mi— me dijo.

— Siempre— le respondí.

Si, estaba enfadada, pero también necesitaba eso.

— Pero calladita cielo, Max sigue en la cama— Seguro. Había llegado a casa hacía poco más de tres horas.

Cuando acabamos y nos duchamos, mientras nos vestíamos de nuevo le hablé de Max y sus nuevos hábitos. Se enfadó mucho. Incluso conmigo.

— Me lo tenías que haber dicho antes—

— A penas nos hablábamos ni nos veíamos—

— No es excusa—

— Bueno haberte dado cuenta Marcos, ahora no vayas a pagarla conmigo, es algo que está haciendo él mal. No yo—

— Eres su madre— Me dijo.

— Exacto, su madre, no su sombra, ni su dueña— Resopló.

— Voy a hablar con él—

— Está durmiendo, llegó a noche a las 6 de la mañana, y lleva durmiendo solo 4 horas—

Mi silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora