Desaparecer

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Tenía que irme. Tenía que desaparecer. Iban a venir a buscarme y no quería ni estaba preparada para enfrentarme a nadie. Había pasado tantos años aguantando que ahora...después de una nueva traición, sentía que no podía más.

Me casaba al día siguiente y aunque sabía, bueno, ya no tenía muy claro si le conocía, que Denis no iba a venir a buscarme y que iba a darme mi espacio, me imaginaba que Adam o Claudia se presentarían en el Hotel. Y no.. no podía.

Así que me fui.

Busqué en la web de la compañía de aviones el primer avión que saliese y me fui. Era una suerte tener dinero.

¿Destino? Roma.

Preparé una pequeña bolsa con lo básico. Un par de mudas, el móvil, el cargador, el iPad y un neceser. Listo.

Me despedí en recepción, dije que cualquier cosa me llamasen, que estaría disponible. Aunque por suerte como me había organizado unos días de vacaciones por la luna de miel, iba a estar bastante libre. Podía irme.

Y así lo hice.

Años atrás nunca me habría imaginado a mi viajando sola. Pero ahí estaba. Sintiéndome valiente pero pequeña a la vez. Fuerte pero endeble. Quién lo diría... me habían roto y yo solo quería resurgir.

El sábado recibí más llamadas de las que me había imaginado. Adam, Denis, Claudia, incluso Max y... Marcos. Me llamaron una y otra vez. Pero ninguna de ellos les cogí el teléfono. Necesitaba tiempo. Pensar y... olvidar.

Nunca iba a poder perdonarle. Él, que me había visto hundida, él, que me había visto en mi peor momento, me había enseñado la felicidad para luego arrebatármela de nuevo. Había sido incluso peor que lo de Marcos, ya que a fin de cuentas, él lo había ido haciendo poco a poco y yo me había ido dejando llevar.

Recibí también varios mensajes. No leí ninguno. Los borré sin pensármelo. No... no iba a darles la oportunidad de hacerme dudar de mi decisión. Porque por primera vez en mi vida me había escogido a mí. Y... no iba a echarme atrás. O al menos no quería hacerlo.

Paseé por Roma. Había ido con Marcos hacía años pero a penas me acordaba de nada. Fue uno de esos viajes que él tenía de negocios al que me llevó para quedarme en el hotel hasta que él acabase sus reuniones y luego salir a pasear y cenar juntos. No me importaba la verdad, por aquel entonces, ahora lo pienso y ... que poco me valoraba.

Me compré un vestido fresco, un sombrero y unas sandalias. Me tomé un helado de vainilla y me hice un par de fotos en el coliseo. Intentaba estar bien. Aunque en el fondo seguía hundida.

Por las noches lloraba. Lloraba hasta quedarme dormida. Cuanto me dolía.

El martes por la mañana recibí una llamada de la recepción del hotel. Supuse que sería importante así que lo cogí.

— Dime— dije al descolgar.

— Mamá...— Era Adam. Suspiré al oírle— ¿Dónde estas?—

Dude si decírselo. Pero... tampoco iba a venir a buscarme.

— Estoy en Roma—

— ¿Tu sola?—

— ¿te extraña?—

— Un poco...—

— SI la verdad es que a mi también—

— ¿vas a voler?—

— Claro.. solo estoy de luna de luto— dije.

— Eso no existe—

— Necesito aclararme— respondí.

Mi silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora