Temblando

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Salimos a cenar con Claudia y su marido Juan. Sus suegros, que vivían lejos, habían venido de visita, y como tenían niñera decidieron quedar para cenar. Hacía mucho que Marcos y yo no teníamos un plan de parejas. Así que me arreglé contenta. Ya hacía dos semanas que Adam vivía fuera y tomarme una noche de risas con mi amiga me apetecía mucho. Además aunque la tensión entre Marcos y yo había disminuido, yo seguía sintiéndome dolida y triste. Por mucho tiempo que pasara, el hecho de que él me había sido infiel, no iba a desaparecer.

— Te has puesto muy guapa— Marcos me miraba desde el umbral de la puerta de nuestro dormitorio.

— ¿Te gusta?— Le miré a través del espejo y vi que me estaba mirando el culo.

Me había puesto un vestido por encima de las rodillas, estrecho. Pero no mucho. Con el cuello de barco y mangas tres cuarto. Tenía un pequeño fruncido a los lados. Y delante unas perlas enganchadas en la zona del escote. Me gustaba ese vestido pero solo me lo podía poner cuando salía con él, claro.

— Estás preciosa—

— ¿Me pasas los zapatos negros?— Me los trajo y cuando estuvo cerca de mi aprovechó para abrazarme por detrás y darme un beso en el cuello.

Me gustó.

— Hemos quedado en media hora, tengo tiempo de maquillarme—

— Te espero abajo— me dijo.

Me gustaba mi cuerpo. Había tenido épocas algo malas en las que me quejaba de mis muslos o de mi tripa pero ahora, la asumía. Era mi cuerpo. Comía bien y cuando podía hacía algo de ejercicio en el gimnasio... tenía que quererlo.

Cenamos en un restaurante de la avenida principal. Un restaurante bonito pero familiar. Claudia y yo no paramos de hablar en toda la noche mientras Juan y Marcos igual. No eran especialmente grandes amigos, no como Fran y él, pero para una noche, se soportaban. Pero entonces, cuando mejor lo estábamos pasando a Juan le llegó una llamada de trabajo. Viernes noche y no podía abandonar sus obligaciones. Era lo que tenía dirigir una empresa de camiones. Una gran empresa, con muchos trabajadores y mucho que gestionar. Se disculpó. Por suerte ya habíamos tomado los postres. Le dio un beso cálido y corto a su mujer y se despidió de nosotros.

— Pasa a menudo— suspiró Claudia — Pero menos mal que estáis vosotros, otras veces me acabo encerrando en casa cuando él se va y me da todo el bajón.

— Normal... y más ahora con lo bien que lo estábamos pasando— Le dije.

— ¿Y si vamos a tomar algo?— Marcos tenía su brazo en el respaldo de mi silla. Lo miré en cuanto Claudio propuso eso.

— Estoy cansado— dijo. Yo sí tenía ganas.

— Bueno pues a dormir...— dijo Claudia— Pero me llevo a tu mujer— Marcos me miró y yo me quedé sonriendo a Claudia.

— ¿También estarás cansada no cielo? Has madrugado mucho—

Sabía lo que estaba haciendo. Él no quería que saliera sola con Claudia. No le gustaba que lo hiciera y más con ese vestido o sabiendo que íbamos a tomar algo y por no hablar de los días tontos que habíamos pasado y mucho más después de haber conocido a Denis. Que aunque llevaba dos semanas sin verle, concretamente desde que lloré en sus brazos... mi marido tenía claro que Denis era guapo y él un capullo.

Pero por suerte Claudia se adelantó y yo no tuve que decir nada.

— Ni hablar.. tú te vienes—

No iba a decir nada que le dejara en evidencia delante de Claudia. Posiblemente cuando llegase a casa estaría enfadado y de morros pero... ahora iba a salir con Claudia. Porque me apetecía. Porque podía. Porque me lo merecía.

Mi silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora