Poco a poco

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Necesitaba poner orden en mi vida. Poco después de irse Malena, aun no había llegado Denis que me llamó Claudia. Me preguntó si me pasaba algo, si todo iba bien, que Max había estado ahí y le había contado que nos estábamos separando así que le conté parte de la historia. No toda por supuesto. Me pidió inmediatamente de vernos y bueno, aunque éramos amigas, debido al carácter de Marcos y que le molestaba muchísimo que yo hablara de nuestras cosas con cualquiera, nunca había tenido tanta confianza con Claudia, ni con nadie. Nunca había tenido una amistad de esas irrompibles. Claudia era tan solo una amiga con la que tomar un café y hablar de maternidad, de compras o de cualquier cosa banal. Ella sí que me contaba sus problemas pero yo nunca acababa de conectar con ella. Fue en ese momento cuando me di cuenta de lo lejos que había llegado Marcos cohibiéndome en mi día a día. Desde mi amiga Yolanda, mi mejor amiga del instituto, la que perdí por la distancia cuando se mudó a Alicante, no había vuelto a conectar con nadie más.

Así que a pesar de sus insistencias, no me sentía ni cómoda ni capaz de quedar con ella para soltarle toda mi mierda y desahogarme. Así que simplemente me excusé y le dije que no estaba de ánimos.

Me dio rabia darme cuenta cuánto había cambiado. Sí, todos crecemos, todos maduramos, todos evolucionamos, pero yo ya no era quien había sido. Ni siquiera una sombra de mi misma. Yo ya no me reconocía. Marcos, o quizá debería de dejar de culparle a él de todo, pues yo tan fuerte y decidida que siempre me había creído ser, me había dejado manipular totalmente por un hombre. Poco a poco, muy lentamente había cambiado hasta llegar a ser otra persona distinta. Una persona sin risas en su vida, sin conversaciones largas, sin amistades con las que compartir una vida, sin viajes, sin compañeros de trabajo... una vida de soledad echa para y por la maternidad y el matrimonio. Y me daba asco en quien me había convertido.

Con todo lo sucedido llevaba meses sin ir al gimnasio. Yo había estado dando clases de baile, además de ir casi cada día a nadar o a correr en la cinta, pero desde que me enteré de lo de Rocio, hacía ya unos meses, no había sido capaz de volver. Me sentía desganada y deprimida. Dejé mi pequeño trabajo de una hora y media a la semana y me olvidé de bailar. Me lo empezaba a notar, no es que me hubiera pasado comiendo, ya que los nervios a penas me habían dejado tomar bocado, pero me notaba floja, poco activa y con ganas de quemar adrenalina. Así que me subí a la habitación donde había metido todas mis cosas y rebusqué entre todas las cajas mi ropa de deporte. No tardé en encontrarla, lo habían organizado todo muy bien. Me la puse. Mis mallas preferidas verdes, una top negro Adidas, encima una camiseta ancha corta del mismo color y mis bambas negras y turquesa de hacer deporte. Me hice una coleta alta. Me miré al espejo y volví a sentirme un poco yo misma.

Desde que tuve que dejar mi verdadero trabajo debido a los celos de Marcos, haber encontrado en el gimnasio mi pequeño resguardo habían sido mi salvación, pero una vez más Marcos m lo había arrebatado. Ya era hora de recuperarlo. Estaba retomando mi vida, esa que había dejado de lado por todo lo que estaba pasando, por Marcos, por nuestras discusiones, por las peleas.

Me disponía a salir cuando me tope con Denis que justo llegaba a casa.

— ¿Vas al gimnasio?— Me preguntó.

— ¿Tanto se nota?— Le dije sonriendo.

— Esas mallas te hacen un culo espectacular—

— Pero sí ni me lo has visto— Ahora empezó a reírse él.

— ¿Y tú que sabes?—

— Me las acabo de poner, y solo nos hemos visto de frente—

— Bueno... yo voy al mismo gimnasio que tú—

— Hace meses que no voy—

— Créeme, lo sé—

— Imposible, nunca te he visto— me acordaría ¿O no? Ya empezaba a dudarlo.

Mi silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora