La abogada

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Me sentía avergonzada por haber llegado hasta ese punto y haber permitido que mi vida se desmoronara así. Me sentía avergonzada por no haberlo parado antes. Me sentía avergonzada por creer que mi vida podía mejorar y por pensar que lo de Marcos simplemente era una mala racha. Me vi a mi misma siendo como todas esas mujeres que salen por la televisión después de haber sido maltratadas, todas aquellas que yo veía y pensaba, ¿porque no te has ido antes? Ahora lo entendía. Te anulan tanto que crees que no vales y que sin ellos no eres nada.

Me quedé dormida después de pasarme un buen rato llorando y lamentándome. Me dolía cada vez más la muñeca a medida que pasaban los minutos y las horas. Estaba inflada y amoratada. Y la cabeza me daba vueltas.

Cuando me desperté aun era de noche. Marcos dormía a mi lado y me di asco a mi misma. Me levanté y bajé a la cocina a por un vaso de leche. La muñeca estaba más negra. Se veían claramente las marca de los dedos de Marcos. Me la toqué suavemente y volví a avergonzarme por haber llegado hasta ahí. Como no faltaba mucho para que Max se despertara para ir al colegio me puse a preparar el desayuno. Marcos bajó primero.

— Buenos días cielo— ni le miré.

Seguí cocinando, incluso cuando se acercó a mi y me besó en la cabeza. No podía entender porque actuaba como si nada. Se había pasado de la ralla.

— Nos vemos esta noche— añadió. Agarró una tostada, se la llevó a la boca y se fue. Respiré aliviada. Tenía doce horas sin él y eso me dio paz.

Max desayunó apresurado. Aproveché mientras a subir a ducharme. Aun no me había quitado el olor a Denis y en esos momentos necesitaba sentirme limpia, incluso de él. Fue poco después de irse Max que llamaron al timbre. Bajé con el albornoz puesto, me estaba secando el pelo pero aun no me había vestido. Pensé que sería el cartero, por eso me sorprendí mucho al ver a Denis junto a mi puerta.

— ¿Qué haces aquí?— Le pregunté mirando a mi alrededor.

— Acabo de ver marcharse a Max y antes a Marcos... ¿puedo pasar Julieta?— Le dejé entrar y cerré la puerta tras él.

— No deberías haber venido— le insistí.

— No iba a quedarme en casa. ¿Cómo estas?— supongo que lo decía porque tenía los ojos hinchados y la cara inflamada de haberme pasado la noche llorando.

— Bueno... fue una noche dura— le dije. Por supuesto no iba a entrar en detalles.

— Vístete y vámonos—

— ¿Dónde?—

— A recuperar a la Julieta de siempre— Suspiré. Ahora esa Julieta estaba más lejos que nunca, pero salir de esas cuatro paredes me apetecía mucho.

— Dame un minuto— Subí las escaleras y él me acompañó. Pensé que iba a quedarse abajo esperando. Me sentí algo extraña al ver a otro hombre entrar en mi habitación, en la que compartía con Marcos.

Me metí en el vestidor a cambiarme. Me puse un jersey negro de cuello vuelto y unos tejanos de pitillo negros también. Un cinturón beige y las botas altas de medio tacón del mismo color. Cuando salí Denis estaba de pie junto a la cama.

— Estás preciosa, como siempre— me dijo. Agarré una goma de pelo que tenía sobre la cómoda y me hice una coleta alta mientras él me miraba.

— ¿Dónde me llevas?— le pregunté.

— Quiero hacerte feliz— Quise creerle pero estaba tan hundida en esos momentos que no pude.

Me subí a su coche. Un coche negro, bonito y elegante. Justo antes de arrancar me miró. Me había maquillado un poco para tapar la rojez de mis ojos y mi cara.

Mi silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora