Carmín rosa

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La boda había sido un completo sueño. Denis había organizado a la perfección todo aquello con lo que siempre había soñado. Intimidad, gusto, diversión y mi familia. Mi gente. Nuestra gente. Y esa casa era... maravillosa.

Después de beber y bailar hasta que el sol volvió a salir, poco a poco nos fuimos yendo cada uno a sus habitaciones. En la nuestra Denis empezó a desvestirme lentamente.

— Eres mi esposa— me dijo.

— Y tu mi marido—

— La señora Álvarez—

— Puedo acostumbrarme a ello— le respondí entre sonrisas.

— Dime que te ha gustado cariño—

Me giré para mirarle. Ya me había quitado el vestido y llevaba puestas tan solo unas braguitas.

— Me ha encantado. Todo lo que haces ... Denis, no se porqué me da la impresión de que dudas mucho de que sea feliz, pero créeme, soy más feliz que nunca y todo es gracias a ti—

— Quiero que seas feliz siempre—

— Y lo soy. Soy muy feliz. Tengo todo lo que siempre he deseado. Tengo... dos hijos maravillosos, un marido espectacular y una independencia. Tengo una vida propia además de la que tengo contigo—

— Porque eres buena Julieta... eres muy buena en tu trabajo—

— ¿Y tú... eres feliz?—

Me agarró de la cintura y me atrajo hacia él.

— ¿Bromeas? Se que diciéndolo tanto parece que no quería a Amara, y claro que la quise. Mucho. Pero... siempre supe que eras tu, que tu eras mi mitad, mi mundo... y ahora que te tengo...—

No le dejé terminar que le besé.

— Quiero darte un regalo— me dijo tras un largo beso.

— ¿Otro Denis?— Empezó a reírse.

— Bueno... me gusta hacerte regalos cariño—

— Es que yo no tengo nada... —

— Tu eres mi regalo—

Cuantas veces había visto películas en las que se decían estas cosas y las miraba embodada, suspirando e imaginando que algún día me pasarían a mi, y ahí estaba yo... al lado de ese magnifico hombre, guapo, listo, rico, apuesto... y sintiéndome la mujer mas afortunada del planeta. Y lo era. No solo me sentía. Era la mujer más afortunada del planeta.

— He comprado esta casa—

— ¿Que?—

— Para ti y para mi—

— Pero...—

— Para cuando queramos desconectar, o para los findes de semana... para fiestas o para eventos. En fin... una segunda residencia.

— Denis... Te debe de haber costado una barbaridad—

— En cuanto la vi me encantó y me he dado cuenta de cuanto te gusta a ti también—

— Si si... me encanta—

— Pues es nuestra—

— ¿Nuestra?—

— Tuya y mia—

Hacía menos de un año estaba en el sofá de mi casa, llorando, teniendo un ataque de ansiedad porque Marcos me había empujado al yo echarle en cara que se estaba acostando con Rocio. Sin nada. Sin una vida más allá de ser ama de casa o madre. Y ahora... era dueña de un hotel, mujer de un apuesto empresario y además tenía esta maravillosa casa. ¿Vivía en un sueño?

Mi silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora