24. Primer domingo

1.4K 57 217
                                    


Juan Pablo Villamil.

Ni siquiera la dejo hablar.

Si está acá de forma amistosa, o porque muy maduramente me quiere despachar en persona, me importa un carajo.

Me acerco un paso, meto una mano entre su pelo y la beso.

Hace un ruidito de sorpresa, pero no me aparta.

Por el contrario, sus manos suben a mi cuello y termina de acercar su cuerpo al mío. Siento que su olor me envuelve, y todo lo que estaba torcido en el mundo de repente se endereza.

Ella suspira y hago el beso más intenso. No me importa si estamos en la puerta, si van a aparecer mis vecinos o si el mundo decide autodestruirse en este mismo instante.

Todo lo que me importa es besarla y convencerla de se quede conmigo a pesar de lo incompleto que estoy.

- Flaco, para – Me dice con un suspiro

- Nop. No te voy a dejar de besar nunca – La contradigo con mi boca aún sobre la suya

- Me estoy haciendo pis – Se queja

- Ay, perdón – La libero mientras me hago a un lado. Me da una mirada que me hace sonrojar por ser tan impulsivo y estar tan fuera de control en todo lo que tiene que ver con ella. Me aclaro la garganta – Pasa. Primera puerta a la izquierda

Aprieta los labios, creo que para no reírse, y entra con paso decidido a mi casa.

Cuando la puerta del baño se cierra tras ella, exhalo.

Sé sofisticado, Juan Pablo Villamil. No tienes 17 años.

Agarro su guitarra que está apoyada junto a la puerta, ruedo su maleta al interior de mi casa y cierro la puerta.

Me doy cuenta de que tengo un desastre de herramientas y piezas que no entiendo de mi maldita biblioteca, y el apartamento que me he esmerado tanto en decorar y poner bonito parece un basurero.

Mierda.

Con un segundo de retraso, me acuerdo de que también estoy vestido básicamente como un indigente.

Al menos me bañé.

Ella sale del baño secándose las manos en sus jeans. Ay, no. ¿No puse una toalla?

Mátenme.

Mira distraídamente a su alrededor, y de repente veo defectos por todos lados.

Sus ojos encuentran los míos y sonríe. Camina en línea recta hacia mí y me abraza.

- ¿Por qué estás tan mortificado?

- Porque todo está desordenado – Me quejo

- Aparecí sin avisar, está bien

- Y me estás viendo en mi hábitat natural, como un asqueroso – Me lamento de nuevo. Ella se ríe

- Me gustas así, asqueroso y todo

- Jmm – Farfullo, aunque la envuelvo en mis brazos sin perder la oportunidad

- Tu casa es muy linda

- Todo lo que te parezca lindo, seguramente fue idea de los Vargas

- ¿Sí? Porque creo que lo más lindo eres tú

Sube el rostro y me mira.

No pensé que volvería a ver de cerquita esos ojos color bourbon tan brillantes.

Primeras vecesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora