– Chae, tengo miedo – lloriqueó mirando hacia abajo, la japonesa se encontraba para en el borde la ventana, pensando realmente si era necesario morir de esa manera.
– Vamos, sólo son tres metros – giró los ojos – Piensa en esto, si te rompes las piernas, tendrás una tercera que es mucho más útil.
– No me ayudas – la miró con reproche y tragó saliva – No puedo hacerlo, me da miedo.
– ¿Quieres quedarte sin bebés?
– Nadie los necesita después de todo – sonrió inocentemente y recibió un golpe por parte de su novia.
– Eres una cobarde – bufó cruzándose de brazos.
– ¿Quieres saltar tú? – la desafió y la menor alzó las manos en son de paz – ¿Ves? No es tan senci... ¡CHAEYOOOOOOOuuung!
Mientras tanto, en la sala de la casa Nayeon y Jihyo sintieron un fuerte estruendo viviendo del patio trasero que las hizo sobresaltar a ambas.
– ¿Qué fue eso? – la mayor frunció el ceño mirando a su esposa.
– No lo sé, pero no creo que sea algo importante – se encogió de hombros.
De vuelta en la habitación, Chaeyoung soltaba sonoras carcajadas mientras observaba a su novia desde la ventana. La pobre pelinegra había caído en los arbustos, los cuales habían amortiguado el impacto, pero aún así había dolido como la mierda.
– ¡Lo siento! – exclamó la rubia – ¡Te lo compensaré!
– Maldita enana – murmuró la japonesa poniéndose de pie con dificultad, quitándose algunas ramas de su cuerpo – La voz a matar – siseó alzando la cabeza para lanzarle una mirada de muerte a la coreana.
– ¿Te dolió? – preguntó inocentemente, aunque parecía más una burla.
– ¡Me lanzaste de un segundo piso, maldita desquiciada! – le recriminó molesta – En este momento, estoy arrepintiéndome de estar enamorada de ti – acusó comenzando a caminar mientras cojeaba, su pie se había doblado – Nos vemos.
– Mina – escuchó y se volteó con enojo – Te amo – articuló con una sonrisa mientras le lanzaba un beso.
– Lamentablemente yo también – gruñó y sin más, salió del patio trasero, saliendo a la calle encontrándose con la misma señora que la había tratado de drogadicta junto a su hija chismosa.
– Mami – la niña jaló la manga de la mujer – ¿La cocaína te hace volar?
– Sí – Mina se acercó lentamente, asustando a la menor – Y no quieres saber qué es lo puedo hacer – sonrió siniestramente – ¡Buh!
– ¡AHHHH!
– ¡Aléjate, falopera! – la señora empujó a la japonesa y tomó la mano de su hija para comenzar a alejarse.