– ¿¡Qué demonios es esto!?
Aquel grito para nada disimulado hizo que Chaeyoung y Mina abrieran los ojos de golpe asustadas. Incluso se podía decir que su presión bajó de tal manera que comenzaron a ver burritos de colores. Ambas se reincorporaron en la cama y una vez que todo el terror pasó, miraron hacia la puerta.
– ¿Qué demonios hacen aquí? ¿Cómo entraron? – preguntó Mina mirando a las MoonSun y a las YuYeon mirarlas con la boca abierta.
– Solar tenía razón – murmuró Moonbyul – El pito de Mina es realmente abismal.
La japonesa frunció el ceño confundida y entonces sintió un fuerte golpe en su entrepierna. Soltó un grito adolorido y miró a su novia con reproche, la menor había puesto una almohada de manera poco cuidadosa en la zona.
– ¿¡Qué hacen mirando!? – regañó Chaeyoung pero las cuatro chicas contrarias seguían mirándola – ¿Qué me ven?
– Lindas mandarinas – sonrió Soyeon.
– ¿Mandari...? – no pudo terminar de hablar cuando Mina rápidamente cubrió su torso con la sábana.
– ¿Por qué se tapan? Yo quería seguir apreciando la anatomía femenina – puchereó la china.
– ¿Podrían esperar afuera? Vamos a vestirnos – pidió Mina con las mejillas severamente sonrojadas.
– ¿No pueden vestirse con nosotras aquí? Digo, nunca he visto un pito tan grande como el tuyo, pero veo uno frecuentemente – Solar se encogió de hombros.
– Yo veo tetas siempre, así que... – Yuqi cruzó sus brazos.
– ¡LARGO! – ordenó Chaeyoung con voz demandante y las contrarias alzaron sus brazos en son de paz.
– Ay, si querías que nos fuéramos tan sólo debías pedirlo – murmuró Moonbyul inocentemente – Esperaremos afuera.
– Pero yo... – Mina estaba estupefacta.
En cuanto el cuarteto de intrusas se fue, la pareja compartió miradas y sin poder evitarlo, estallaron en carcajadas. A pesar de haber sido una situación bastante incómoda, debían admitir que fue gracioso.
– Vamos, vistámonos para atender a las hormonales – sugirió Chaeyoung levantándose de una vez por todas.
Luego de vestirse a la velocidad de la luz, las dos chicas salieron de l habitación de Mina para encontrarse a las cuatro muchachas sentadas muy cómodamente en el sofá de la sala como si de su casa se tratara. Incluso habían prendido la televisión y comían algunos snacks que la japonesa guardaba en la cocina.
– ¿Acaso no tienen casa? – Mina rodó los ojos al verlas.
– Desde ahora no – sonrió Yuqi – ¿Juegas Minecraft? – preguntó apuntando la pila de videojuegos que poseía la pelinegra mayor.