13. (IN)ACTIVA

9.9K 833 310
                                    


Los días pasan con lentitud hasta que la peor parte del castigo acaba

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los días pasan con lentitud hasta que la peor parte del castigo acaba. La adrenalina de romper las reglas y de actuar sin el permiso de mis padres, sin embargo, continúa. Es como una hoguera que arde en mi interior y que se niega a extinguirse. No reconozco a esta nueva versión de Nina que, de repente, se considera un poco más osada, más valiente. Y más viva que nunca.

Los leños se acumularon en mi interior por años. Myre, sin darse cuenta, encendió el cerillo. La pregunta es por cuánto tiempo quemará el fuego, ¿podré mantenerlo allí o se apagará pronto, llevándose consigo el calor? No creo ser capaz de regresar a mis actitudes previas a su concierto.

"Detente. Si no te calmas, saldrás herida. Tu ídola ya se fue, deja las ensoñaciones", me reprendo en silencio.

Hoy por fin es lunes. Desde esta mañana tengo un nuevo teléfono y en la noche recuperaré mi computadora, aunque la he usado casi todas las noches a escondidas. La impaciencia no es usual en mí, pero me está consumiendo conforme pasan las horas.

"Luego de la cena, recuperaré la escasa vida privada que poseo. Me sentiré mejor por ello y podré volver a concentrarme en mis estudios", afirmo. Busco convencerme a mí misma.

El autobús se detiene algunos metros por delante de mí. Los pasajeros descienden, el conductor también. En algunos minutos podré subir por fin.

Alzo la vista y me abrazo a mí misma a causa del frío. El cielo pareciera estar pintado de blanco, señal que preludia una pronta nevada. La primera de la temporada. Se aproximan las noches largas y los días breves, esos que acaban a las cuatro de la tarde, cuando el sol se esconde, prematuro, en el horizonte.

No tengo nada contra el frío, pero preferiría mudarme al sur, donde es verano todo el año y no hace falta palear nieve hasta que sientes que la espalda se te va a partir en trocitos pequeños.

"Necesito buscar mis abrigos en el ático. También los guantes y las bufandas", pienso. "Espero que las cosas todavía me quepan". En los meses pasados he ganado un poco de peso, lo noto en cuánto me aprietan mis pantalones preferidos, aunque siga usando el mismo talle de siempre para las blusas.

Someterme a una dieta a mediados de noviembre, cuando se aproximan las festividades de fin de año, es absurdo. Eso lo tengo claro. Es solo que me preocupa tener que gastar el poco dinero que poseo en camperas y tapados nuevos. Conozco a mi madre lo suficiente como para saber qué es lo que me dirá: "Nina, o bajas de peso o te compras tú un nuevo ropero". Ella es así. Desde hace varios años se encarga de repetirme que no me veo tan bien como debería, según sus estándares.

Suspiro.

El conductor regresa y nos permite pasar. Por fortuna, hay calefacción dentro del autobús.

Hallo un asiento libre más o menos por la mitad y no dudo en tomarlo. El sistema de transporte de la ciudad es práctico, pero lento. Se puede llegar a cualquier sitio, siempre que uno tenga paciencia suficiente para hacerlo. Todos los recorridos confluyen en la terminal de Albany, así que solo es cuestión de tomar el autobús que pasa cerca de la universidad, llegar al final del recorrido y luego combinar con otro que vaya al siguiente destino. De regreso, es casi lo mismo a la inversa.

★ (IN)HOOMAN  ★  [BILOGÍA COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora