9. DIGNA

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Hoy será un mal día

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Hoy será un mal día. Lo sé desde el momento en que abro los ojos y siento el dolor en la parte baja de mi vientre; se trata de una certeza premonitoria, de un mal augurio o un presentimiento inexplicable que me predispondrá a que algo negativo ocurra en las próximas horas. También es posible que solo sea una falsa alarma, sospecho que para mañana o pasado me baja la regla y que pensar en ello me condicione mentalmente. Es decir, esos días me ponen de pésimo humor, ¿a quién no?

Además, el prospecto de tener que volver a ver a Enzo en algunas horas me genera jaqueca. Siento que necesito una anestesia general que adormezca mi cuerpo y mi cerebro. Pero no estoy dispuesta a recurrir a lo único que puede lograr dicho efecto: las drogas. Sé que las hay de muchas clases, con efectos distintos y que siempre depende de la cantidad, el modo en el que se consuma y esas cosas. Hay médicos que incluso las recetan de forma profesional. No obstante, prefiero llorar de dolor en la cama por una semana antes que intentar recurrir a algo como eso. No confío en las soluciones veloces a problemas graves. He visto cómo diversas sustancias han acabado con la vida de mucha gente del barrio en el que crecí; me arrebataron a compañeros de escuela, a familiares y a mi mejor amigo. Me incomoda incluso tomar ibuprofeno o aspirinas. O medicina en general, salvo que sea una cuestión de urgencia.

"Aunque quisiera una píldora, no tengo en casa y ni ganas poseo para ir a comprar. Ya se me pasará", intento convencerme.

Pero mierda, me duele todo.

Ruedo de un lado al otro del colchón, cubriéndome la cabeza con la almohada con fuerza para poner presión en las zonas que me molestan. Por momentos incluso creo seguir oyendo el zumbido en mis oídos de cuando el avión aterrizaba en la madrugada.

Quiero vacaciones otra vez.

"Ya estoy vieja para dormir tan poco", pienso y me contradigo. "Mentira, ni treinta años tengo. Solo ando quejosa y estresada". Lo sé, en el fondo sé que estoy acostumbrada a este ritmo de vida y que solo me está costando recobrar el ritmo luego de mis semanas libres. Además, tengo muchos más problemas rondando mi mente que antes. La acumulación de elementos que me sacan de la zona de confort es abrumadora.

¿Qué hora es? El sol entra por el ventanal con bastante claridad, así que seguro son como las diez. Busco el teléfono, que ha caído junto a la cama, y lo acerco a mi rostro para ver los números.

—¡MIERDA, CARAJO! —grito cuando veo el reloj. Ya pasó el mediodía y yo aquí sigo de vaga en un día de trabajo.

¿Olvidé poner la alarma? ¿No la escuché? ¿O la apagué y seguí durmiendo? Probablemente haya sido eso último.

—Quiero vacaciones de mis vacaciones —lloriqueo, ahora en voz alta.

Pateo las mantas y busco mi teléfono. Paso un rato viendo redes sociales sin tener ninguna sesión iniciada, me asusta que se me escape un like accidental donde no debería. Leo las noticias del país y también las de Florida, aunque estas últimas suelen ponerme de pésimo humor.

★ (IN)HOOMAN  ★  [BILOGÍA COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora