35. PERTINENTE

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¿Podría alguien, por favor, indicarme cómo apagar mi cerebro por unos días? Paso la mañana entera entre pesadillas que me despiertan por varios minutos antes de permitir que regrese a dormir

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¿Podría alguien, por favor, indicarme cómo apagar mi cerebro por unos días? Paso la mañana entera entre pesadillas que me despiertan por varios minutos antes de permitir que regrese a dormir. Mi ciclo de sueño es de no más de media hora por vez y eso genera una jaqueca insoportable.

A eso de las once y tantas, me levanto con resignación. Estoy mentalmente agotada y no puedo dejar de bostezar cada varios pasos que doy.

Busco a Nina por el apartamento y me sorprendo al no hallarla. Cuando voy a buscar el teléfono para escribirle, noto que jamás lo puse a cargar y que, por lo tanto, no enciende. Lo enchufo cerca del sillón y voy a prepararme el primer café de la mañana. Desearía tener un vaso térmico gigante, o una de esas botellas para agua que se supone que es "el líquido recomendado para cada día" y llenarla con un buen café helado.

En la cocina veo una nota pequeña que me recuerda los planes para hoy, ¡cierto! Creo que ella me lo dijo en la madrugada, no estoy segura si lo soñé o si ocurrió. Da igual.

"El video", me golpea de la nada la noción de lo que hice. "Carajo, ¡el maldito video!"

Menos mal que no tengo el teléfono conmigo, porque estoy tentada a revisar lo que las personas han respondido. Seguro tengo llamadas perdidas y correos electrónicos de Richie pidiendo una explicación. ¿Debería eliminarlo? No, tengo que ser valiente. ¿Habré creado un escándalo? Espero que no. Me aterra saberlo.

Decido, entonces, desconectarme por completo hasta la hora en la que inician mis reuniones de la tarde. El que quiera hablarme, que venga al apartamento.

O no...

Mis manos tiemblan. Siento la creciente ansiedad que se opone por completo a cada cosa que intento hacer. No importa con cuanto ahínco quiera ser racional y relajarme, es imposible. ¿Qué demonios he hecho?

En estos instantes es como si tuviera dos voces en mi cabeza, gritándose y superponiéndose. Una ruega por libertad y sinceridad. La otra está aterrada, no se atreve a ver cambios y preludia lo peor en cada ocasión. Me va a estallar el cerebro.

Estoy sudando.

"Cálmate, cálmate, ¡CÁLMATE, MALDITA SEA!", me ordeno.

Lo peor de los ataques de ansiedad, en mi opinión, es que llegan sin avisar. Aparecen en momentos inesperados, muchas veces sin que nada los dispare. Asoman con pequeñas señales que duran tan solo un par segundos antes de estallar. Si no las notas a tiempo, pierdes el control.

Y me doy cuenta de que esta mañana, sin Nina ni Richie para calmarme, no seré capaz de relajarme por mí misma.

Con torpeza, busco las píldoras que me recetaron para estas circunstancias. Por recomendación de Valentino, las dividí en pequeñas bolsitas y las puse en distintos lugares. Hay cinco en la mesa de noche de la cama, otras cinco en la cocina, dos llevo siempre conmigo en el contenedor de la farmacia, también hay un par en mi billetera y otras en el botiquín del baño. ¿Cuál me queda más cerca?

★ (IN)HOOMAN  ★  [BILOGÍA COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora